Cada día recibo varias invitaciones de organizaciones para que presente mi trabajo en congresos internacionales en los que, en palabras de los organizadores, mi comunicación tendrá la oportunidad de ser apreciada por numerosos especialistas internacionales y, además, se me enviará un certificado confirmando mi invitación. En realidad los mensajes anteriores no tienen de invitación nada de lo que entendemos por tal, pues se trata de que el invitado costee su viaje, su estancia e incluso su inscripción. Así las cosas uno se pregunta dónde está el beneficio para el invitado cuando el único que recauda es el que invita. Pues bien, el truco está en encontrar un tercero que pague los gastos, entiéndase un organismo que financie la investigación del invitado, y que pasa a pagar los beneficios del organizador. En esta operación casi todos ganan pues uno saca dinero y el otro el prestigio aparente de su invitación internacional. Solo pierden la verdad y el organismo financiador de la investigación.

A la estafa anterior, no se me ocurre otro nombre para calificarla, se une otra estafa científica, basada en la proliferación de revistas que, bajo la excusa de publicarse en régimen abierto, obligan a los autores a costear los gastos de edición. Formalmente, las publicaciones científicas cumplen los requisitos de calidad; pero en el fondo se trata de obligar a los autores a pagar por trabajar y se les otorga como compensación un aumento de su productividad científica.

En un momento como el actual, en el que los organismos nacionales de financiación de la investigación están extremando sus herramientas burocráticas para fiscalizar el uso de los fondos concedidos para los proyectos, no estaría de más que se evaluaran los comportamientos que pueden inducir a una falsedad de los parámetros de calidad de los investigadores y desde aquí animo a investigadores y gestores a dar la espalda a falsas invitaciones y a revistas de dudosa reputación; a la vez que sugiero a los organismos financiadores que hagan un esfuerzo para mejorar las posibilidades de contratar estudiantes de doctorado y financiar a investigadores post-doctorales para, de esta forma, hacer hincapié en la formación y la productividad científica siendo particularmente exigentes en que los becarios desarrollen patentes y lleven a cabo publicaciones que, deberían marcar la diferencia entre financiar con más becarios, o no, a los directores con escasa o nula productividad científica.

Eh resumen, sirvan las notas anteriores para alertar sobre un tipo de corrupción muy sibilina y que afecta a un colectivo con gran prestigio social que se perdería si aceptásemos según que cantos de sirena en lugar de trabajar todos los días para justificar nuestra nómina mensual.