Miedo. Temor a todo lo que nos rodea. Es como una consigna que se cuela todas las mañanas cuando nos desperezamos al ritmo del despertador „ahora móvil, para variar. Otro que se ha colado en nuestras vidas para quedarse„.
Hoy jueves toca despertarse al ritmo del temor al «brexit». Los mercados despliegan su incertidumbre „aunque en medio siempre hacen algún receso para recuperar beneficios, como el pasado lunes a costa de las últimas encuestas sobre el resultado del referendum„ mientras sobre nuestras cabezas sobrevuela un nubarrón que huele a otra recesión si Draghi y sus milagros no lo evitan. El principio del fin de la Unión (?) Europea.
Y si alguien tiene alguna esperanza de despertarse de aquí al 26J, por poner un ejemplo cercano, envalentonado, que se olvide. Los vientos „huracanados, en ocasiones„ de desacuerdo postelectoral arrecian. El temor a unas terceras elecciones hace temblar al más pintado. Hasta Rajoy, después de todo lo que ha llovido, se atreve a decir antes de que los votantes vuelvan a retrarsarse en las urnas, que si no tiene apoyos suficientes, volverá a rechazar „por segunda vez„ someterse al proceso de investidura. Y la vida sigue. Sin presupuestos. Con un gobierno en funciones que lleva camino de cumplir un cuarto de legislatura extra.
Y por si esto fuera poco, otra de miedo. Fue sonar el despertador ayer, miércoles, encender la radio, escuchar la primera noticia y.... susto. Vuelven los micrófonos, las conspiraciones, los ministros de Interior, los enemigos políticos, Fernández Díaz,.. en fin, como para levantarse sin que te tiemblen las piernas. Menuda melodía musical del siglo pasado. De las que te hacen recelar y mirar debajo de la mesa, en los floreros, entre los libros,..
Ya incluso las aparentes buenas noticias dan miedo. Como la de los libros de texto gratuitos. Te levantas un día, por estos días claro, y te dices: ¡Ostras, ya hay que devolverlos! Y de repente el mundo se te cae encima. Abres uno y... aparece el miedo en forma de subrayados. El escalofrío de tener que pagarlos te lleva a dejarte los nudillos con la goma de borrar eliminando cualquier traza de lapicero.
Y si pasas a cuestiones aparentemente más sesudas, ¡zas!; ahí está escondido. El miedo, digo. Ya nos habían advertido sobre lo mal que estaba la situación con las inversiones extranjeras en la Comunitat Valenciana. De susto o muerte. Y así ha ocurrido en el primer trimestre: 46 millones. ¿Es mucho? ¿Es poco? Juzguenlo. En Madrid han sido más de 2.000.
En fin, que mañana me quedo en la cama.