Vaya por delante mi respeto y solidaridad con las víctimas de la violencia y, en particular, con las del terrorismo. Si hay muy pocos delitos que, en mi opinión, merecen ser castigados con la cárcel, el de terrorismo es uno de ellos pues supone una amenaza para toda la sociedad y solo puede conjurarse aislando a los asesinos.

No obstante, estoy convencido de que en el tema del terrorismo es enormemente difícil encontrar una solución pero es posible actuar sobre sus causas y motivos para evitar que proliferen los terroristas. Por lo tanto, tomen estas líneas en el sentido anterior y, de ninguna forma, como justificación de la violencia por ningún motivo.

Para fabricar terroristas, lo mejor es crear un caldo de cultivo en el que la violencia sea la forma habitual de resolver los conflictos. La que se produce en el entorno familiar y la escuela contribuye a normalizar los comportamientos violentos pues, lamentablemente, son pocos los que reaccionan en contra de la situación que padecieron y muchos los que interiorizan esas conductas como normales.

La discriminación y el acoso por motivos de religión, opción sexual, lengua, origen, raza o sexo son una excelente escuela de terroristas. La humillación constante en la escuela o en la calle alimenta el dolor y la rabia de quienes la padecen; por lo que, además de constituir una injusticia y una villanía, puede engendrar comportamientos violentos.

Apartar a las personas de una determinada etnia o religión en determinados barrios o ciudades es lo mejor para evitar la normalización de las relaciones entre seres humanos que, no lo olvidemos, es lo que somos todos más allá de lo que nos diferencie. Los guetos y los centros de reclusión para extranjeros son la antípoda de la integración y favorecen la formación de células terroristas.

La tolerancia con organizaciones y partidos que, so pretexto de defender la identidad de su país, ofenden y lanzan consignas xenófobas o racistas son una excelente justificación para que, frente a ellos, crezcan movimientos violentos de signo opuesto que contribuyan a crear una espiral de violencia que se retroalimenta.

La continua difusión de imágenes violentas ayuda a normalizar el uso de la violencia cuando no a exaltar la misma. Me parece más obscena la violencia en el cine y los medios de comunicación que las imágenes de contenido sexual.

El fácil acceso a la posesión de armas es, si no una incitación al terrorismo, una forma de facilitar la comisión de actos violentos. No puedo entender la posesión de armas como elemento de defensa personal y para mí siempre será una amenaza; por lo que bienvenidas sean las limitaciones y controles sicológicos para autorizar la posesión de armas, incluso en lo tocante a las fuerzas de seguridad.

En resumen, deberíamos darnos cuenta de que en los ojos de las víctimas de la violencia siempre existirá el riesgo de que se encienda la mirada del verdugo y eso sería el punto de partida de nuevas tragedias.