Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contra el frente podemaico popular

Una de las escenas más conocidas de la película de los Monty Python «La vida de Brian», ambientada en la Judea de la época de Cristo, es la que refleja las desavenencias entre los pretendidos movimientos de liberación del pueblo judío frente a la tiranía romana: los integrantes del Frente Popular de Judea, al que se adscribe Brian, están mucho más interesados en adquirir la hegemonía frente a sus archienemigos del Frente Judaico Popular que en unir fuerzas contra el pretendido enemigo común, el Imperio Romano. Esta división en todo tipo de grupúsculos cuyos militantes caben en un «Seiscientos» (o, para ser más respetuosos con la época, en un carro) no obedece a razones ideológicas (aunque se disfracen de tales), sino personalistas: el tan hispánico (y se diría que universal) «quítate tú para ponerme yo», disuelve tu Frente Judaico Popular en mi Frente Popular de Judea y así mandaré yo, y no tú.

Esta división en minúsculos grupos, con a veces menos votantes que militantes, ha sido siempre una las principales debilidades de los partidos ubicados a la izquierda del PSOE, y explica, de hecho, que nunca hayan logrado postularse como auténtica alternativa. En ocasiones podían mostrar su fuerza, cuando integraban un colectivo más amplio con un propósito específico (el caso más claro fue el de las movilizaciones para pedir el No en el referéndum de la OTAN de 1986, de las cuales surgiría Izquierda Unida), pero a la hora de la verdad, cuando se trataba de articular una alternativa política de conjunto, surgían las eternas desavenencias que provocaban que la coalición, o partido, o confluencia, fuese noticia por sus luchas intestinas y por las personas que abandonaban el proyecto (a menudo en grupos de dos o tres personas, cada uno de ellos encarnando, a su vez, una plataforma política específica).

La aparición de Podemos, por un tiempo, dio la impresión de poder superar todas estas insuficiencias en torno a la figura de un claro hiperliderazgo, el de Pablo Iglesias, y un contexto de crisis poliédrica (económica, política, institucional) del que las opciones «rupturistas», o simplemente nuevas, podrían beneficiarse. Pero en apenas dos años la cosa ha comenzado a hacer aguas a un ritmo alarmante. En muchos lugares (también en Valencia, con la defenestración de la secretaria de organización, Sandra Mínguez, por parte del secretario general autonómico, Antonio Montiel), y particularmente en Madrid, cuna y centro indiscutible del partido, donde encontramos una sorprendente alianza de fuerzas opuestas a Iglesias que combina a los seguidores de Íñigo Errejón (descabezados por el propio Iglesias hace unos meses) con otras personas procedentes de IU, en particular Tania Sánchez. Y en Valencia, con el enfrentamiento entre Antonio Montiel y Sandra Mínguez, recientemente destituida como secretaria de Organización.

Podemos puede ser víctima, aceleradamente, de sus propias insuficiencias y de la urgencia con la que se plantearon sus objetivos políticos y, en particular, el principal (¿único?) de todos ellos: alcanzar el poder o, como mínimo, superar al PSOE y ocupar su espacio. No han sucedido ninguna de las dos cosas, y además el PSOE está demostrando una notable resistencia para hacer lo que supuestamente iba a hacer: darle el Gobierno a Mariano Rajoy, oficializar alguna forma de pacto con el PP que demostrase su intrínseca maldad de Casta no-izquierdista y que, en definitiva, le dejase a Podemos una vía expedita para hacerse con casi todo el voto de la izquierda.

Esto no ha sucedido, pero lo que sí ha pasado es que Iglesias se ha quemado aceleradamente como líder, y tal vez el proyecto político de Podemos también. Sobre todo, por su escasa consistencia en todo lo que se aleje de las estrategias cortoplacistas-televisivas en las que Podemos eran maestros? y en las que ahora, incluso en ellas, también comienzan a hacer aguas de forma alarmante, con un discurso en el que las frases hechas y las continuas metáforas y chascarrillos suenan, cada vez más, como clichés vacíos de contenido. Y mientras, la guerra entre los distintos Frentes Populares continúa. Aunque no se sepa muy bien para defender qué, además del consabido «quítate tú para ponerme yo».

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.