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¿Una oportunidad histórica?

A mal tiempo, buena cara€ Hacer de la necesidad, virtud€ De las crisis nacen las oportunidades€ A cada día su pesar y su esperanza€ El rico refranero español tiene un buen surtido de frases antidepresivas, y no estaría de más que lo utilizaran nuestros políticos como propedéutica antes de lanzarse a la vida parlamentaria, en especial ahora que parece en serio que va a ponerse en marcha la nueva legislatura y que la ausencia de una mayoría estable puede propiciar muchas emociones. Las Cortes convertidas en una montaña rusa.

Si el calendario previsto se cumple, anoche, poco antes del cambio horario, Mariano Rajoy habrá conseguido ganar la votación para ser investido presidente del Gobierno de España. A partir de ese momento, y a expensas de saber cómo fluctúa el socialismo y su primo hermano, el socialismo catalán, o si el Congreso sigue rodeado, el político gallego ya podrá formar su gabinete aunque antes debe pasar por el protocolo del Estado y jurar el cargo ante el rey Felipe VI.

Como quiera que somos un país de tradiciones católicas no es probable que el rey y Rajoy hagan trabajar hoy a la gente, en domingo, así que habrá que esperar hasta el primer día laborable, que no sé si será obligatoriamente el lunes „que es Halloween, nuestra noche de las Ánimas„ o podrán hacer puente hasta el miércoles después de Todos los Santos ya en noviembre. Pase lo que pase, cabe dudar de que el presidente Rajoy filtre la composición del Gobierno. Siguiendo su propia tradición aguantará el suspense hasta el último minuto, pero conviene no perder los nervios ni el hilo de la cuestión. Lo más probable es que no tengamos ministro valenciano.

Aquí solemos medir el peso de lo nuestro en función de su presencia en el meollo de la capital del Estado. Casi siempre escuálido, salvo en aquel momento terminal del felipismo, a poco del hundimiento del titanic socialista de entonces, cuando llegamos a tener hasta cuatro carteras, las de Solbes, Asunción, Albero y Carmen Alborch. Lo nunca visto. Aunque la presencia de tanto valenciano „de lo que jamás ha ejercido Solbes„ no representaba ningún poder territorial ni nada semejante.

Si así ocurre „que Rajoy no llame a ningún valenciano a su sanedrín para gestionar España„ bien harán las patronales de aquí, con Vicente Boluda a la cabeza y Federico Félix poniendo la energía, en levantar la voz para que se oigan nuestros intereses y reclamaciones en Madrid. Pero no adelantemos acontecimientos. Nada sabemos qué escruta en su cabeza Rajoy, y pudiera ser que rescatara a Esteban González Pons de Bruselas „donde está la mar de a gusto„ o que promocionase el buen hacer de Juan Carlos Moragues, incluso que llamara a algún independiente de por aquí sin líos en los tribunales, Manuel Broseta Dupré, por poner un ejemplo plausible. En la nómina de buenos opositores a altos técnicos cualificados del Estado también podemos encontrar candidatos. Y tampoco sabemos si continuará García Margallo, durante tantos años sujeto a la órbita valenciana pero muy por libre, o que éste promocione a María José Catalá hacia algún cargo o súpercargo como la cartera de Cultura.

En cualquier caso, el líder de la derecha democrática española se encuentra ante el mayor reto de su dilatada carrera política desde que se apartara del Registro de la Propiedad de Santa Pola. Su gabinete se enfrenta a un parlamento insólito por fragmentado y el nivel de consensos necesarios para garantizar la gobernanza obliga prácticamente a un escenario de tipo constituyente. Lo de menos será la cuestión económica, trazada por Bruselas y con tendencia a progresar adecuadamente. Los nudos gordianos se localizan en la cuestión catalana y en la necesidad de lograr alguna ley ampliamente consensuada y con capacidad para crear discursividad y ejemplaridad. Y esa no es otra que la ley de Educación. La hibernación de las reválidas ha iluminado el camino.

Si Rajoy y el PSOE más los que se unan a ese bloque grueso consiguen dar oxígeno a los principales empresarios y a los sectores menos independentistas de la antigua Convergencia al tiempo que evitan los coqueteos del nuevo orden político liderado por Ada Colau con Esquerra Republicana, es posible detener la espiral catalana. Y a ello han de ponerse sin más dilación.

Y si el parlamento español es capaz de aprobar una ley educativa de amplio espectro, una ley que bendigan los grandes filósofos de la pedagogía patria „los Marina, Savater et alii„ la conferencia de rectores y hasta los sindicatos más sensatos del sector€ entonces habrá valido la pena tanto lío y tanta pena política derramada todos estos meses. Es lo que el país está esperando, por más que algunos quieran tener ganancias del lío que revuelve el río.

En esa línea, Valencia apenas aporta, es peso pluma. La única posibilidad sería un amplio acuerdo regional, propio, que pusiera el énfasis en la cuestión de la financiación autonómica. Nuestro papel como factor de equilibrio en el tema catalán, de momento, es demasiado sofisticado y complejo como para que eche a andar.

Se admiten quinielas.

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