Se acuerdan? Han pasado menos de dos años y parece que fue hace siglos. Se vivía en una Valencia equilibrada y tranquila, sin atascos, donde cada cual sabía el lugar y hora de su bus, la peatonalización estaba adecuada con los residentes, el peatón tenía su espacio sin agobios ni sobresaltos y la contaminación casi inexistente, porque a eso de las once de la mañana soplaban los vientos de mar y la desplazaban tierra adentro

Pero llegó el Sr. Grezzi y todo cambió. El bus desapareció de sus lugares y horarios habituales creando un caos para llegar a tiempo al cole o al trabajo. Se invalidaron calles estratégicas para peatonalizarlas con bolardos o macetones, complicando la vida a los residentes, que no sabían si podrían hacer llegar a su casa una nevera o una ambulancia, se cambiaron las direcciones de las calles sin aviso previo ni señales, haciendo inútil el uso del Tomtom para confundir a los turistas y aparecieron los temidos atascos llenando de contaminación nuestro aire. Una delicia.

Y con todo esto uno no sabe que es lo que se ha buscado, si promocionar a la bici o matar el automóvil. Aunque el automóvil sea una de las fuentes de impuestos más importante del país. Se paga impuesto de matriculación, impuesto anual municipal de tráfico, IVA por cada litro de su carburante, aceite o recambios que se adquieren, IBI e IVA por su garaje y sus vados de acceso, IVA por sus o reparaciones y sus aparcamientos en zona azul, por las multas, la grúa etc. Un manantial inagotable de dinero. Y uno se pregunta ¿Qué se obtiene de la bicicleta? Res de res. A lo más hacer la competencia al transporte público aumentando su déficit y amenazar al viandante con sus irresponsables excesos de velocidad, sin tener ni matrícula que los identifique ni seguros que los avale.

Valencia antes tenía una estructura perfecta para su tráfico, constituida por cuatro cinturones de amplias dimensiones para la circulación rápida, que llevaba de un extremo a otro de la ciudad en unos cinco minutos, y la que unían entre si y al entramado del centro urbano con áreas de uso de bicicleta como Ciutat Vella y las Ciudades Universitarias, que contaban con su carril bici usado por los ciclistas. Y un bien pensado sistema de transporte público compuesto por buses y tranvías, complementado por el metro que restaba desplazamientos urbanos en superficie, dando comodidad al ciudadano.

Pero todo se vino abajo con la llegada del Sr Grezzi, destruyendo a Valencia sin ningún miramiento, destrozando las amplias vías circulares, al incrustar un innecesario carri-bici, estrangulando la superficie de los coches y haciendo aparecer los indeseados y desconocidos atascos, como si estuviésemos en Madrid o en el tráfico de fallas, con permanentes y repentinos cortes de calles, policías desconcertados e inversiones desproporcionadas, gastando en éste proyecto y en época de recesión un dinero que solo sirve para hacer la vida imposible a los valencianos.

Para que digan que es lo mismo votar que no votar. Ahí tienen la muestra. Porque no es lo mismo votar a partidos y personas que respetan las opiniones, los gustos y las costumbres de los demás, aunque sean distintas de las propias, que votar a partidos y personas que nos quieren imponer sus ideas y sus costumbres. Gobernar debe ser hacerlo con respeto a lo que también piensan los demás y no aprovechar la ocasión -como hace el Sr Grezzi- para imponer lo que uno quiere, por aquello de ¡ahora nos toca a nosotros!. Y así nos va, que Valencia parece una ciudad gobernada por Federico Martín Bahamontes y su mujer Fermina.

Ya tenemos a las calles preparadas para las bicis. Pero el Sr Grezzi se ha encontrado con una sorpresa. Que le faltan las bicis. Las calles son un atasco permanente y el carril bici está huérfano de usuarios. Y es que al Sr Grezzi se le olvidó lo más importante antes de hacer una transformación de éste calibre. Hacer un estudio de prospección sobre el uso de la bici por los valencianos. Y como lo hizo por dar gusto a sus obsesiones le está saliendo el tiro por la culata. Como aquel que por si algún día decidía criar cabras se compró un gran corral que nunca gastó, un corral que aquí se lo pagamos y sufrimos todos. La conclusión es que habrá que adaptarse a éste desbarajuste porque aquella Valencia de antes de Grezzi, esa, ya no volverá.