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El balcón de las vanidades

No he encontrado mejor metáfora del contexto que la figura principal de una falla de Mislata, Doctor Marañón-Mestre Palau, una de esas comisiones orbitales capaces de rivalizar, si no de superar, el ingenio de la aristocracia. En la imagen distinguimos al alcalde Ribó o a la vicepresidenta Oltra subidos al carro de las fanfarrias alegóricas -tan vejadas- de sus predecesores. Ese balcón del ayuntamiento es como el palco del Bernabéu o la lonja del Liceo. Fin de la cita.

Movimientos. Toda visibilidad es poca en la carrera electoral y más en un gobierno magmático, pluricéfalo. Este Consell es un organismo vivo, extra sensible al contexto. Es una criatura gestada tras un tránsito traumático y sus constantes se alteran, precisamente, en función de los hitos que nos acercan a futuras elecciones. Las posturas o las poses de sus actores principales sufren una metamorfosis progresiva. Ese Podemos que amaga con la revolución; esas tensiones en las consellerias cremallera; esa kafkiana política medioambiental; esa aceleración en la política lingüística o ese duelo de ajedrez en el tablero catódico que no obedece más que al empoderamiento -disculpen- de Compromís buscando la centralidad del tripartito.

Ximo-Susana. Esta dinámica no deja en buena tesitura a Ximo Puig. Primero porque todo lo referente a la lengua incomoda a los socialistas. No es tiempo de traer a la memoria las palabras vetadas por Fabregat. Por mucha «Via valenciana» que el «tardopugismo» se saque de la manga los socialistas son una formación de gobierno obligada por su historia a compadrear con distintas sensibilidades. Frente a «las cosas» de Compromís el president se fuma un puro y «susanea». Sin embargo resulta contradictorio el apoyo del jefe del Consell a lo que representa Susana Díaz

-uniformismo cañí y pleitesía a los planteamientos territoriales del PP- con la intensificación del programa verdenacionalista del Consell.

Culturas distintas. Si el Molt Honorable no tiene afinidad ideológica con la seño andaluza -casticismo rociero frente a federalismo mediterráneo-, si no coinciden los intereses económicos -la reivindicación de financiación valenciana frente a la calma chicha de la bienpagá andaluza- ¿a qué viene tanta afinidad? No puede obedecer, exclusivamente, al despecho del president -indisimulado- frente a Pedro Sánchez. Huele, más bien, a político con costra. A que Puig apuesta por quien cree caballo ganador o, como ocurre con muchos en el maltrecho periodismo, si se equivoca prefiere hacerlo con la mayoría.

«Fent camí». Mientras el president juega en el tablero español y se blinda a la más que probable división del PSPV de cara a las primarias, mientras Podemos aquí también presenta mal color, Compromís va «fent camí». La más que probable retirada del nuevo nombre por el que se pretende bautizar al nuevo ente radiotelevisivo público valenciano -no por más anunciado es menos calamitoso el asunto- no es lo único que debe llamarnos la atención en este ámbito. Más allá de la pifia, la elección de Empar Marco como reina de Burjassot refleja el sesgo identitario del momento. La deriva que se detecta en la configuración directiva de la fábrica audiovisual -guarda´m la cria del equipo que se avizora- tiene un fin. La elección pilotada por el fondo norte del Consell del Botànic servirá para organizar la parrilla y diseñar la corporación. Pero no es eso lo que nos importa. Lo que aquí se ventila tiene mayor calado. El nombramiento de Marco y la eliminación de los otros perfiles por sospechosos, evanescentes o inviables formaría parte de una operación política organizada, de un plan virtuosamente trazado por el mayor animal político de esta jungla: Mónica Oltra.

Asalto. El asalto a la fortaleza catódica sería así una posición que la lideresa de Compromís conquista tras machihembrar el acuerdo del Botànic. La guardiana del pacto, experta en optimizar fidelidades, en fabricar partidos sin argamasa y en la arquitectura de grupos terminales puede poner ahora la diana también en Podemos, aprovechando la trayectoria crepuscular de Antonio Montiel, sospechoso de errejonista. Así, diseñar unos medios públicos afines no es más que un jaque a Puig en la dinámica interna. La afinidad demostrada de Marco por la galaxia Oltra evidencia ya movimiento de tropas en el seno de la izquierda de cara a 2019.

A campo abierto. ¿Es imaginable un escenario en el que Compromís arrebate al PSPV la hegemonía botánica? ¿Es plausible que el nuevo Podemos -ya sin Montiel y orientado por el Pablo Iglesias amigo de Mónica- apoye a la actual vicepresidenta? ¿Tendrá otra opción el Bloc que hocicar ante ausencia de liderazgos conocidos en la formación nacionalista? ¿Quién conoce a Àgueda Micó? A tenor de la conquista del pirulí, la Declaració de Palma, el nombre valencianizado del «cap i casal» y el requisito lingüístico, todo parece indicar que el brazo nacionalista del tripartito ha esperado al ecuador de la legislatura para lanzarse a campo abierto.

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