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¿Dónde está la tortilla?

Los columnistas, a diferencia de otras especies, debemos ser un poco misántropos, como si fuéramos testigos de Jehová y nuestra religión nos obligara no tanto a decir la verdad, cuanto a escribir siempre contra alguien: la gente, en general; o particulares que se te cruzan como un estornino en los cables. De hecho, digo yo, en los periódicos, si en lugar de misántropo eres normal te ubican en la sección de editoriales y perfiles, y si no llegas a normal, ya sea por arriba o por abajo, entonces ya sólo te queda el periodismo deportivo y las necrológicas, amén de los encargos (y digo amén por las necrológicas, no por los encargos). En fin, aclaro esto porque a mí, lógicamente y al no poder ser de otra manera, Susana Díaz me cae fatal, sin que Pedro Sánchez me haga ninguna gracia. Y no crean, esto me pasa por columnista, porque si no de qué si no los conozco.

No me gustó nada que en su campaña se presentara como pata negra, 100 % PSOE. Primero porque a posteriori los votos le han mostrado que sólo llega al 39 % y, en segundo lugar y dicho a priori, porque dejaba a los otros candidatos a la intemperie, en las afueras de los que no son socialistas, en las praderas donde vivaquea el enemigo. El suyo más que un partido parecía un repartido con invitación vip. Tampoco me gustó nada que añadiera como algo de importancia ideológica lo que no es más que una tontería que se sobreentiende: ese grito de ¡vamos a ganar!, de que ella sólo sabe ganar, de que quiere un PSOE ganador, etcétera. En primer lugar, porque a posteriori ha perdido y ahora ya sabe hacer otra cosa; en segundo lugar, porque suponía equívocamente que los otros candidatos querían perder o que cuando en el pasado lo hicieron fue una derrota de su única incumbencia. (Y aquí se me olvidó el a priori).

Hay más, pero ya por último, tampoco me gustaron nada sus alusiones a la «izquierda útil», refiriéndose a lo que ella representa, y su odioso odio a la «izquierda inútil» (el resto). En primer lugar, porque como buen kantiano amante de la lírica y admirador de la épica la utilidad me desquicia: uno no es para nada. También porque fue gracias a los apoyos de los inútiles de sus socios que aquí nos hemos quitado por un rato a los moscones de encima, así en la ciudad como en la periferia, quiero decir de la autonomía, es un decir. En fin, y finalmente: que tampoco hace falta haber leído a Zizek para reconocerle a la socialdemocracia europea que rascó algo de poder antes del coma etílico su gran utilidad en el apuntalamiento del neoliberalismo radical que nos tiene en cueros. ¿O no fueron Susana y los suyos quienes se abstuvieron útilmente en el empoderamiento de Mariano Rajoy y lo que representa? Rompieron los huevos porque había que hacer una tortilla, pero ¡dónde coño está la tortilla!

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