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La deuda catalana y nosotros

El Reino de España tiene un grave problema con la Generalitat Catalana (GC). Aunque el cuerpo nos lo pida, ya no es el momento ni de especulaciones, ni de melancolías. No es un secreto que más que Guardias Civiles tomando los puntos clave de Barcelona, los actores principales van a ser funcionarios y proveedores quienes van a tomar las calles al no recibir nóminas y no cobrar facturas. Puigdemont debe tener en la cartera a un importante financiador internacional para cubrir lo que vaya a pasar a partir de septiembre. En el mundo sobra capital que no se sabe dónde invertir y que vería con alegría tambalearse, aún más, a una UE muy tocada. No puedo imaginarme a los sucesores de Jordi Pujol, pasando a la historia como los primeros gobernante que iniciaron una sedición, sin soporte financiero alguno. Entre los daños, con la inopia del Consell, va a estar el futuro de la Generalitat Valenciana (GV) en un Reino de España que hoy sabemos que, si no es federal puede que no sea.

Lo que sigue es una reflexión, lo más sosegada posible, sobre los informes que al borde de agosto, el Ministerio de Hacienda ha dado a conocer, para quien quiera y sepa leerlos. Desgraciadamente parece que no ha sido el caso de nuestro ejecutivo.

Aunque lo que sigue puede resultar farragoso, en términos de cifras de miles de millones, sería de agradecer que el lector se quede con que la población de la Comunidad Valenciana es, a grandes rasgos, los 5/7 de la catalana y que la relación entre nuestras respectivas riquezas es menos favorable, del orden de 4/7.

Desde 2012, cuando ya nadie quería comprar deuda de ninguna de estas dos autonomías, el Gobierno de España (no es trascendente, que la cosa empezara con Zapatero o con Rajoy) apoyado por Bruselas puso en marcha una serie de mecanismos adicionales para la supervivencia financiera de las Comunidades Autónomas (CCAA) en forma de fondos para la financiación proveedores, de Liquidez Autonómico, etc. La semana pasada, el ministerio recordó que, a finales de 2016, esta operación ya llegó a la formidable cifra de 162.254 millones de euros, de los que 53.706 millones (33%) están apuntados a Cataluña y 36.320 millones (22%) a Valencia. No confundir estas cifras con las respectivas deudas autonómicas, sino con la parte de ellas que se deben al Tesoro y que es objeto de la «quita» que obviamente debería alcanzar a todas las CCAA, Cataluña incluida.

Además de estos mecanismos de financiación, la administración central a lo largo de estos años ha utilizado otras medidas (anticipos, aplazamiento de devoluciones por liquidaciones negativas del sistema de financiación, líneas ICO para vencimientos y aplazamientos de los cobros de préstamos, etc.) que han supuesto 40.640 millones de euros. Ello supone que, en total dice el informe, las medidas de liquidez a disposición de las CCAA suponen el equivalente al 20% del PIB español. Lo importante en el razonamiento, es que casi el 60% corresponde a Cataluña y GV cuyas vidas financieras en forma de deuda son muy semejantes, aunque ahora sepamos que no convergentes.

Aunque algunos parlamentarios valencianos poco solventes hablen de intereses inaguantables, lo cierto es que estos mecanismos de financiación han supuesto para las CCAA ahorros importantes en relación con los costes de mercado entre 2012 y 2016, estimados en 48.488,99 millones (Cataluña: 18. 228; GV: 11.375 millones). Obsérvese que también en este capítulo ambas CCAA siguen siendo el 60%.

Puesto que en el Botànic, no se hacía calculo alguno, no me fue arriesgado en junio de 2015 escribir: «De la euforia a la inconsciencia, del ilusionado al iluso hay un paso. La distancia puede ser corta entre una ilusión eufórica por los pactos y la ilusa inconsciencia sobre la situación de las cuentas de la GV. Después de años de la vergüenza continua de ZOC (Zaplana, Olivas y Camps) ya no queda casi nada que gobernar, solo plantear la evidencia del desastre. El PP debería pedir perdón, hacer mutis por el foro y poner a sus 31 diputados incondicionalmente a disposición de la supervivencia de la GV que ha machacado; el PSPV debería explicar a la ciudadanía la verdad de los números que encontrará quien llegue al Palau».

Han sido dos años de gobernar la nada financiera. Los resultados del FLA de 2016 ya con Puig-Oltra en el gobierno, dicen que la GV necesitó 4.255.096 millones para amortizar deudas anteriores y 2.665.941 para pagar facturas en tiempo y hora. Para seguir nuestro paralelismo las cifras catalanas GC siguen la regla del 5/7. De nuevo no confundirlas ni con déficit ni con deuda, pero en 2016 GC y GV eran inviables en sus respectivos diseños.

Aquí acaban los paralelismos, Cataluña ha dicho que no va a pagar sus deudas con el Estado. Si declarase la independencia las razones serían obvias, si no ocurriera, porque no puede, ni quiere. El Consell, tan supuestamente bienintencionado como superado, se ha puesto de perfil y sigue dispuesto a gobernar con los mismos parámetros financieros que su homólogo catalán. Ximo Puig pasa por alto que cada valenciano asume una deuda muy parecida a la de cada catalán que dice «adiós». Con todo su sentimiento y nacionalismo, Cataluña no piensa pagar. Sigue el modelo ingles del post-Brexit: no presentar papel o cuenta alguna. Una cosa es compartir plenamente la cultura catalana y otra no analizar como quedamos tras las decisiones de nuestros primos, una Autonomía que va a romper la media de deuda. Nuevo material para los defensores de agravios históricos sin límites. ¿ZOC gobernó alguna vez aquí?

Aunque el gobierno de Rajoy afirme con legitimidad que a partir de ahora, no va a mandar el FLA sin que el Gobierno de Puigdemont le garantice que su Generalitat no usa su propio presupuesto para organizar el referéndum, todos sabemos que estamos ante una danza ritual jurídica, propia del inicio de un conflicto muy desagradable.

Ante la situación creada en Cataluña los valencianos estamos en un limbo. Aquella deuda radiografía una realidad que el Consell, entre adolescente e incapaz, nunca ha reconocido presa de su imperioso victimismo. Han pasado dos años, nada se ha resuelto y el Consell no sabe cómo reaccionar. Cada vez que uno ha planteado lo de devolver algunas competencias, ha sido ridiculizado.

De este Consell endeudado y sin alternativas depende nuestra sanidad, educación, etc.

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