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La fractura

El president Puig manifestó el jueves su malestar porque Puigdemont hubiera escogido precisamente el 9 d´Octubre para declarar la independencia de Cataluña. Ya saben que para hacer burla de nuevo del Tribunal Constitucional y la legalidad, finalmente el pleno del Parlament catalán donde se pretendía consumar la sedición se ha trasladado, con orden del día intencionadamente ambiguo, al martes. Pero a los efectos de nuestra Comunitat, eso da igual. Porque la enormidad de lo que está pasando en Cataluña merecería de la Generalitat Valenciana un pronunciamiento de mucha mayor enjundia que el de quejarse -ya ves tú- de que sus colegas catalanes pudieran declarar la independencia un día festivo en Valencia. Y si ese pronunciamiento más solvente y menos aldeano no se ha producido es, probablemente, porque el efecto de la revuelta secesionista catalana en el Gobierno autonómico valenciano está siendo muy severo. Francamente perjudicial.

Es posible que algunos estén celebrando el traslado a València y Alicante, por ejemplo, de Caixabank y el Banco de Sabadell. No ha lugar. Como bien advirtió desde el primer instante en este periódico Juan Antonio Gisbert, ex director general de la CAM, que algo sabe de esto, cuidado con la euforia, que en absoluto estaría justificada. Se trasladan las razones sociales, con el único objetivo de protegerse ante una posible fuga de depósitos y para garantizar la permanencia de las entidades en zona euro. Pero nada más. Como mucho, la ganancia que Alicante, por ejemplo, puede obtener de la decisión del Sabadell es lo que se derive de impuestos municipales como el IAE. Y esperemos que, también, algo más de respeto por esta zona del grupo financiero liderado por Josep Oliu. Con la sede social en Alicante, no quedaría muy estético seguir asfixiando económicamente al Teatro Principal, por ejemplo, o ignorando a la Fundación CAM, en lugar de establecer una colaboración ambiciosa con ella. Pero poco más.

Al contrario, lo de Cataluña es un tsunami que a todos nos va a dejar tocados de una u otra forma y que está lejos de remitir. Desde el principio, ha habido por todas las partes errores en la percepción del fenómeno que allí está ocurriendo, incluyendo a la Unión Europea, que solo ahora parece estar empezando a entender que lo que pasa es que por primera vez un movimiento antisistema (la CUP) controla el gobierno y la agenda política de una región importante de la Unión. Y el catecismo de un movimiento así reza en su primer mandamiento que, cuanto peor, mejor. Así que no es sensato pensar que la fuga de grandes empresas de Cataluña, sea sólo de sus razones sociales o incluso de sus estructuras operativas, vaya a amedrentar a quienes ya se han independizado de facto. Al contrario, les alimenta. En su argumentario, se van los capitalistas y ellos son los anticapitalistas, conviene no olvidarlo. Están en las instituciones para derribarlas y es la calle la que primero toman, utilizando a los jóvenes como carne de cañón, para luego esgrimirla como arma y tener prisioneros de ella a los demás, incluidos el PdCat o la propia ERC. Los contrarios a la independencia también empezaron por fin ayer a salir a la calle, pero llevan años de retraso. Así que no pinta bien. Desgraciadamente, lo que pinta es que nos vamos a hacer todos daño. Bastante daño.

Eso es lo principal. Lo que a todos nos debe preocupar, estemos en Alicante, València o Badajoz. Pero en el caso de la Comunitat Valenciana, por proximidad, historia y relaciones, la cuestión, como ya se escribió aquí hace dos semanas, tiene además otras connotaciones. El enfrentamiento entre los independentistas catalanes y el resto de España está logrando, paso a paso, socavar el principal valor que el Consell del PSPV y Compromís había conseguido, contra todo pronóstico, preservar durante media legislatura: la unidad. No puede decirse que a día de hoy esa unidad esté rota. Pero sí que va camino de ello, de forma cada vez más decidida y evidente.

Puig y Mónica Oltra han pasado del candor a la bronca en estas dos últimas semanas. Disputas de puertas adentro, pero que cada vez son más difíciles de disimular. El PSOE y Compromís se acusan mutuamente de deslealtad. Puig se queja, con razón, de que sus socios ponen en evidencia a todo el Ejecutivo a diario con mensajes incendiarios en las redes sociales que hacen parecer a la Generalitat Valenciana el principal apoyo fuera de Cataluña de los independentistas. Y Oltra, por su parte, y también con razón, reprocha a sus socios en el Consell de estar comportándose de forma artera, amplificando la crisis interna en que Compromís se ha visto sumida como consecuencia del procés, después de que Compromís mantuviera una medida prudencia durante los peores momentos que vivió el PSOE y el propio Puig como resultado de la guerra entre susanistas y sanchistas.

Así las cosas, se puede comprender mejor la incomodidad de Puig con este 9 d´Octubre. En otras circunstancias, sería una oportunidad de reivindicar un mayor papel de la Comunidad Valenciana en la política nacional, precisamente por esa doble condición de territorio donde el independentismo es residual pero que, sin embargo, tiene una estrecha relación con Cataluña que puede ponerse al servicio de una interlocución, al menos entre el Estado y una parte importante de la sociedad catalana. De hecho, me consta que un político experimentado con quien Puig suele hablar a menudo le recomendó que aprovechara el discurso de este lunes para proponer la convocatoria de una Conferencia de Presidentes Autonómicos que pudiera estudiar salidas al conflicto desde la legalidad, pero también desde la responsabilidad, la experiencia y la pluralidad de esos presidentes, que además también representan al Estado. Pero no creo que Puig lo haga. Porque para lanzar una propuesta así necesitas estar sólidamente anclado en tu territorio, que tu gobierno no tenga fisuras. Y en estos momentos resulta todo lo contrario: nunca desde que se firmó el Pacto del Botánico ha habido más tensión ni más desconfianza entre quienes conformaron el Consell. Esa es otra fractura que habrá que ver cómo se repara, si es que tiene arreglo.

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