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No seamos vagos

Cuando la cosa se pone fea socialmente siempre me pasa lo mismo. Intento mirar lo menos posible mi WhatsApp. ¿Por qué? Por una sencilla razón: como periodista me saca de mis casillas los bulos que circulan impunemente en los mensajes de la aplicación. Me corroe la ira, me convierto en el mismísimo Hulk (pese a mis reducidas dimensiones) cuando mis contactos dan por ciertas falsedades que en cuestión de minutos se hacen virales de mensaje en mensaje.

Es cierto que en los tiempos en los que estamos, uno parece no tener tiempo para casi nada, pero echar un vistazo a un periódico (o dos, si el reloj nos los permite) no parece un lujo demasiado inalcanzable. ¿Que no tenemos el papel a mano?, consultemos las ediciones digitales de la prensa seria. Repito, seria.

En los últimos días mi WhatsApp se ha llenado de mensajes más falsos que una moneda de 5 euros. Y mi comentario siempre ha sido el mismo: «¿Dónde has leído eso?» Y la respuesta: «Me lo ha mandado mi (póngase aquí el parentesco que más le guste)». Yo insisto en que eso no es cierto o que esa foto no es de hoy, pero ¿cómo consigues que algo que se ha repetido y reenviado hasta la saciedad salga de la cabeza de aquellos que ya lo consideran como cierto? Llega un momento en el que el receptor ya no sabe por dónde le ha llegado la información. En una sociedad tan «sobremalinformada» desde WhatsApp y cuentas de Twitter no oficiales, el trabajo periodístico es cada vez más difícil. Una de las mejores médicos de España que conozco me decía el otro día que en su consulta le pasa lo mismo: «¿Sabes lo que me cuesta a mí que los pacientes me hagan caso después de que su vecina les haya dicho lo que tiene que tomar porque a ella le fue muy bien?» Pues eso.

Paradójicamente, tenemos mucha -muchísima información- pero parece que no sabemos elegir por dónde tomarla. Pero, de verdad, que es mucho más sencillo de lo que parece. Cuando les llegue un mensaje por WhatsApp o lo lean en algún muro de Facebook o cuenta de Twitter, háganse un favor y busquen tan solo ese titular en un medio de comunicación veraz y serio. Insisto (y disculpen que sea tan pesada con esto), veraz y serio. Si lo encuentran, adelante, reenvíen sin pudor y machaquen a sus contactos. Si no, sean cautos, duden y cuestionen la veracidad de lo recibido.

Entiendo que haya quien diga que «es que es lo que hay, con tanta información que nos llega por tantos sitios». Pero no dejemos que la pereza se instale en la sesera. Igual que una persona cabal no aceptaría el «diagnóstico médico» de una vecina entrometida, una persona que quiera presumir de estar bien informada debería acudir siempre a un profesional. En definitiva, lo que deberíamos hacer todos en cualquier aspecto de la vida.

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