Es Tinet Rubira, hablando con un amigo común, a inicios del verano de 2001: "Què estàs fent ara?"-preguntó el amigo. -"Farem un programeta per La 2€ una mena de concurs, on ensenyarem uns nanos a guanyar€" comentó Tinet sin excesivo convencimiento. -"I qui guanyi, què s´emporta€?"-insistió, por cortesía, el amigo. "Representarà Espanya a Eurovisió" -sentenció Rubira con escepticismo. Cambiaron de tema.
En este gravísimo momento, conviene recordar a este catalán, descreído a la par que optimista, inventor de la idea de que aquellos jóvenes tuvieran como misión "enamorar a un país". Logró escribir, junto a los Mainat y Toni Cruz, una de las historias más bellas jamás contadas. Ahora, cuando muchos dicen que la televisión ha muerto y España se resquebraja, este genio del entretenimiento vuelve a poner cerebro y corazón para evasión común ante tanto dolor.
Escuchando la simpleza de las canciones de OT, a veces nos damos cuenta de la vida de impostura y farsa que hemos vivido, intentando hacernos los profundos y los afectados con tanta causa. Somos demasiado pedantes en el día a día, cuando nuestro corazón es mucho más de ir por casa, mucho más OT de lo que queremos creer. Somos nervios, somos envidia, somos afán. Y aunque vamos de sabios, aún lo más simple nos hace temblar.
Cuánta ternura desperdiciada en tanta tertulia estéril. A cuánta cursilería hemos renunciado por ir de expertos en temas sobre los que no sabíamos nada. Somos una lágrima fácil, somos la mercancía de los productores de televisión que se forran a nuestra costa. De productores genialmente déspotas, como Tinet Rubira, que humillan a la prensa en el trato diario y, a la vez, consiguen que les hagamos la campaña gratuita.
Pero lo que, en estos tiempos, convierte a Rubira en un referente singular, exclusivo, es su buen gusto para evitar las referencias políticas, dejando que el arte, la imaginación, la belleza y el talento prevalezcan. Cerebro para ganar y corazón para emocionar.