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Arquitecto desvelado

Carlos Salazar es un arquitecto moderno y es mi amigo. Le presenté su segundo libro, Lo que oculta un arquitecto, que, en su caso, es más revelación que ocultación pues este creador de espacios y configuraciones -le encanta trabajar con cajas, como a los niños y a los gatos- habla de sus proyectos y cosas con todo el mundo y lo hace con fruición, como si los demás anduviéramos todo el tiempo con tunecinos y mallorquines y turcos y griegos, allá por el mar que ya no es ancho, ideando talleres y seminarios y diciéndote con una sonrisa: «¡Mira qué bien me lo paso!».

El domingo 11 crucé, montado en bici, el centro y me pareció que la plaza mayor (que llaman del Ayuntamiento) olía a fallas, a tiempo de presagios y anhelos, a benévola tibieza. Y es que habían estallado los tomates y las coliflores, las lechugas y las berzas: l´horta a la Plaça. Salazar es uno de los teóricos y practicantes de la idea de domestizar, es decir de conducir los espacios públicos a usos amables y felices, casi tan confortables como tu rincón en el sofá de casa. Dice Salazar que si han peatonalizado Times Square, en la insomne Manhattan, más fácil será hacer otro tanto con la primera plaza del cap i casal. Bueno, sí, pero poco a poco, aquí el coche es una prolongación de los atributos del dueño. Con alerones y pintura metalizada.

Cuando Félix de Azúa explicaba a sus alumnos las catedrales góticas principiaba por hablarles de la vida eterna. Y no es que la vida perdurable haya desaparecido de nuestras previsiones, es que ni el trabajo, ni los amigos, ni la mujer, ni los muebles son ya para toda la vida (de ahí, Ikea). Tampoco las casas. La paradoja no puede ser más cruda: nunca las viviendas de los pobres tuvieron tantas comodidades (pese a todo y con las debidas excepciones), pero nunca hubo tanto tarugo con presupuesto (público) empeñado en perseguir el mismo edificio singular que en otras doscientas ciudades. Ni tanta fealdad y plagio. Carlos, al menos, convierte al cliente en coautor de sus cavilaciones y trasmuta el capricho en reto. O sea, utilidad, servicio y chispa y eso, ya es algo.

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