Ya sabemos que la historia funciona a través de ciclos y en ocasiones adopta dinámicas pendulares entre ideologías extremas, pero no por ellos hemos de caer en el determinismo de pensar que siempre repetiremos los mismos errores en los que caímos en el pasado, ya que contamos con la propia experiencia histórica y una amplia capacidad de análisis.

Esto viene a cuento por el auge de la extrema derecha de corte neoliberal en diversos gobiernos tanto de Europa como de América, manteniéndose a su vez gobiernos totalitarios en muchos países de Asia, Oriente Medio y África. En lo más cercano, Marine Le Pen en Francia o Matteo Salvini en Italia, encabezan fuerzas políticas que entran o pueden entrar en pactos de gobierno a nivel municipal y estatal. Tampoco es buena noticia la anunciada retirada en Alemania de Angela Merkel, abandonando su papel europeísta ante los nuevos nacionalismos extremistas de Hungría y Austria. Algo más lejos en la distancia, pero cercanos por su influencia macroeconómica y geopolítica, seguimos con Vladimir Putin en Rusia, Donald Trump en EE UU y el recién llegado Jair Bolsonaro en Brasil. No por casualidad coincide este giro a la ultraderecha con la difícil solución de las crisis financieras y de crecimiento que esta padeciendo el capitalismo globalizado. Además de la tensión islamismo/Occidente que, lejos de poder resolverse, continúa ampliando los conflictos abiertos.

Junto al motivo de las crisis socioeconómicas, encontramos el desencanto ante apuestas más sociales o de izquierdas, como sería el caso de los mandatos de Barack Obama en Estados Unidos y los gobiernos del PT en Brasil, o el socialismo en Francia. También el fracaso -en cuanto a su posible continuidad política- del movimiento prodemocrático de la primavera árabe, a principios de la década actual. A esto se le suma el crecimiento de los flujos de migración por motivos económicos, de represión gubernamental y los refugiados ambientales, que siempre han estimulado los nacionalismos extremistas como autodefensa.

La historia nos muestra que esta dinámica generó conflictos bélicos de carácter mundial; si bien la geopolítica actual es distinta, las causas y los procesos son en muchos aspecto similares. Al respecto, lo más aconsejable sería fortalecer los foros de gobernanza mundial en lo relativo a la pobreza de los pueblos, la acogida de inmigrantes y el reequilibrio de los ecosistemas naturales, por su influencia en la desestabilización geopolítica. A su vez, el control de los recursos fósiles de los que sigue dependiendo la economía y la defensa será motivo de crecientes tensiones internacionales en las próximas décadas. No es tiempo de quedarnos solo en verlas venir, sino de responder lo mejor posible mientras estemos a tiempo, y el auge de la extrema derecha va bastante rápido.