Hace unos días, Santiago Alba Rico escribía que los proyectos transformadores están poco habituados a mantenerse como fuerza de gobierno. Durar demasiado se sale de la pauta, produce desconfianza en la izquierda, «durar es de derechas». Y, sin embargo, durar es lo más revolucionario que podemos hacer hoy. En un contexto de desorden y caos global tras décadas de políticas neoliberales, la gente no solo anhela cambios sino certezas, transformaciones de largo recorrido.

El acuerdo presupuestario firmado por el Gobierno valenciano y Podem hace unos días va en esa dirección. El Pacte del Botànic agota la legislatura y pone las bases para la siguiente. Un pacto duradero pese a los pronósticos. Desde el inicio de la legislatura, el PP y Ciudadanos habían fiado su estrategia de oposición a que el Botànic se rompería. Solo tenían que esperar que estallaran las rivalidades entre partidos y las elecciones anticipadas caerían como fruto maduro. Hoy son una oposición desnortada sin grandes esperanzas de alcanzar el gobierno en el corto plazo.

La pauta habitual es que las legislaturas se deshinchan. Es habitual empezar por generar expectativas altas que van encogiéndose con el paso del tiempo y generando frustración. Sin embargo esta legislatura ha tenido un ritmo ascendente y los presupuestos en los últimos cuatro años han ido tiñéndose progresivamente de morado. El acuerdo presupuestario firmado la semana pasada incorpora propuestas de Podem como el plan estratégico de vivienda con una partida de 41 millones para ampliar el parque público en régimen de alquiler. Se dedican 50 millones a escoletes de 0 a 3 años y los nuevos colegios que se construyan incluirán aulas para esas edades. Se seguirá con el proceso de desprivatizaciones iniciado con el Hospital de Alzira que alcanzará también al de Dénia, a otros servicios sanitarios y a los centros de mayores. La tramitación del Patsecova frenará la construcción de macrocentros comerciales como Puerto Mediterráneo. Y son solo algunas de las 66 medidas presupuestarias y 15 leyes que figuran en el acuerdo.

En un artículo también reciente, Ignacio Sánchez Cuenca hablaba de la relación entre Podemos y el PSOE. Dos proyectos estratégicos diferentes que están condenados a competir y a entenderse simultáneamente porque su base social tiene grandes solapamientos. Por un lado, el PSOE apuesta por el fortalecimiento de su espacio electoral regenerando las clases medias progresistas vía funcionariado público, concordato con una patronal tradicionalmente ligada al PP y mirada al centro buscando los huecos que dejan los partidos de derechas. Por otro lado, Podem aspira a construir un amplio campo popular de los golpeados por la crisis, programa fundamentado en un keynesianismo renovado, hacerse hueco en segmentos sociales que se le resistían (como los pensionistas y las mujeres) y ganar atributos de gobierno.

La relación entre Podemos y el PSOE es cada vez más simétrica en el plano valenciano y en el español. Por primera vez en años, la política valenciana y la estatal se retroalimentan. El Botànic ha servido como referencia para el entendimiento entre fuerzas progresistas que finalmente se tradujo en la moción de censura. Ahora el acuerdo presupuestario estatal entre el Gobierno de Pedro Sánchez y Unidas Podemos ha influido en el acuerdo valenciano.

Y mientras en València se firma el acuerdo presupuestario, Andalucía entra en campaña electoral. Son las dos sendas posibles para el PSOE, la valenciana y la andaluza. Susana Díaz optó por un acuerdo con Ciudadanos del que no se han derivado avances sociales sustantivos, se le han tenido que pagar peajes al partido de Albert Rivera y la legislatura se ha quebrado con un nuevo adelanto electoral. Hagan balance de ambas experiencias.