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A vuelapluma

Alfons Garcia

Victimismo valenciano

Una más de victimismo valenciano. Qué se le va a hacer. El tema realmente sensible de la semana es la eutanasia, pero el dinero que desde Madrid no llega ha sido protagonista también de nuevo. Ha provocado el primer fuego cruzado de la campaña (lo de precampaña es un eufemismo insoportable a estas alturas) entre los socios del Consell. Más bien, la primera ofensiva aérea: Compromís ha sacado los obuses y los socialistas han respondido con tirachinas. Ellos sabrán lo que hacen, que son adultos y estrategas no les faltan. Ya sé que estoy utilizando un inadmisible lenguaje bélico para tratar un asunto simplemente político, pero si para los partidos casi todo vale en campaña, supongo que el periodismo también tendrá sus licencias. ¿O no?

La cuestión es que los de Mónica Oltra tienen como superverdad dos argumentos de peso: que la Generalitat depende de la gracia del Gobierno de Madrid para pagar sus servicios públicos fundamentales y que esa situación está en abril de 2019 como estaba en abril de 2018, a pesar del cambio en la Moncloa. Y que han utilizado algunas medias verdades en su estrategia: un retraso en las entregas de liquidez que no es tal si se compara con los tres últimos años (nunca llegó el dinero del Gobierno antes de mayo) y una situación de bloqueo en los pagos a entidades y centros de Igualdad discutible (las cantidades abonadas en enero y febrero son mayores que en los tres años anteriores, según cifras oficiales).

La cuestión es que llega la votación de los decretos ley de los viernes sociales de Pedro Sánchez en la diputación permanente del Congreso de los Diputados, el representante de Compromís, Joan Baldoví, saca la artillería verbal y habla de «cloaca presupuestaria» por el trato financiero a la C. Valenciana, pero da su apoyo a los proyectos sin obtener contraprestaciones a cambio. Al menos, que hayan trascendido públicamente. No ha sido así para todos los que ofrecieron su sí. Porque el mismo día de la votacion la ministra Meritxell Batet emitía un comunicado anunciando una cita con el Gobierno vasco para sellar una serie de transferencias que reivindicaban: una autopista y cuatro cosillas más. De nuevo, el PNV se llevaba su botín. El partido más avezado en la negociación silenciosa y productiva con los ocupantes de la Moncloa lo volvía a hacer.

La cuestión es que Compromís volvía a quedarse con los truenos dialécticos y el forment se iba a Euskadi. Nada nuevo. Y la cuestión, me parece, tiene que ver con la identidad de los de Oltra, que se encuentran en su salsa actuando como partido de guerrilla y pancarta (el ejemplo del senador Mulet es paradigmático), pero llevan ya cuatro años al frente (compartido) de la Generalitat. Como recuerda la patronal, habría que empezar a sacar más provecho real del voto de esos cuatro diputados en Madrid. El PNV solo tiene uno más. Parece irreal, pero es así.

La cuestión final, ahora bien, es que el Gobierno de Pedro Sánchez no ha supuesto, en los hechos, una mejora de la situación financiera de los valencianos. Prometió más inversiones, pero el presupuesto saltó por los aires, y ni siquiera la condonación de una deuda paralela (la de la Marina Real de València) ha prosperado. El mejor gesto que podía hacer a Ximo Puig y los valencianos para demostrar que las cosas pueden cambiar es aplicar alguna mejora. Como ha pasado con Euskadi. Haz que pase, Pedro. Pero si no, puede estar tranquilo, seguiremos con el mantra del maltrato y la marginación hasta el juicio final. Una más de victimismo valenciano.

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