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Una naumaquia suplió la prohibición de los toros en las fiestas de san Vicente Ferrer

Corría el año 1755, el rey Fernando VI prohibió que se hiciera toros con motivo de las solemnes fiestas que València preparaba con motivo del tercer centenario de la canonización de san Vicente Ferrer. El veto produjo enfado en el pueblo, que se quiso remontar con una idea que se le ocurrió al alguacil mayor de la Inquisición Manuel Fernández: una naumaquia, una batalla naval a celebrar en el cauce del río Turia convertido en un lago.

El Consell de la Ciutat vió bien la idea y encargó a los técnicos la estudiasen por si era viable y no ofrecía peligro alguno. Se eligió el tramo entre los puentes de la Trinidad y el Real, donde estaban el Palacio Real, los cenobios de la Trinidad y san Pío V y el convento del Temple.

Se hizo un azud con tablones de madera sujetos por estacas clavadas en el lecho del río bajo los arcos del puente del Real, de ocho palmos de altura, que embalsaron agua suficiente para que navegaran el medio centenar de barcas traídas desde el Cabanyal, el Grao, Nazaret y la Albufera, revestidas todas para el simulacro de combate.

Carlos Francia realizó un dibujo grabado que quedó para la historia donde se refleja lo que fue un aparatoso espectáculo acontecido los días 12 y 13 de julio del citado año -la previsión era para una semana antes, pero se pospuso por las fuertes lluvias caídas, que obligó a desmontar los diques de contención por peligro de desbordamiento- , en el que se mezclaba gestas militares marinas, ataques piratas, actividades pesqueras, juegos pirotécnicos y los consabidos moros y cristianos. Se enfrentaron dos escuadras una mora y otra cristiana, venciendo lógicamente la cristiana, gracias a que en la representación teatralizada se apareció san Vicente Ferrer ayudándoles en la victoria. La crónica de esta genialidad de la València festera la encontramos en un libro del jesuita Tomás Serrano titulado «Fiestas seculares con que la coronada ciudad de València celebró el feliz cumplimiento del tercer centenario de la canonización de su esclarecido hijo y ángel protector S. Vicente, apóstol de Europa». También escribió, entre otros, sobre este acontecimiento Pascual Bergada en su opúsculo «Breve descripción de la ingeniosa Naumaquia, festiva iluminación conque la ciudad de València dio fin a las fiestas de la tercera centuria de la Canonización de S. Vicente Ferrer en este año de 1755».

Sería ésta la última naumaquia que se realizó en España, una costumbre originada en la Roma clásica. En 1988, con motivo del 750 aniversario de la conquista de la ciudad por Jaime I, a los dos comisarios de la fiesta se les ocurrió reproducir aquella Naumaquia, pero todo quedó en agua de borrajas por las obras de ingeniería y el dineral que eso suponía. Quedó el proyecto en nada.

Últimamente, el experto en fiestas y tradiciones valencianas Miguel Angel Bustos anda sumergido en un proyecto para recobrar esta fiesta naval barroca, pero a realizar en la Marina de Valencia, en el puerto, que será más factible, menos costosa y aprovechará este nuevo espacio con que cuenta la ciudad, necesitada de mirar más al mar.

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