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Juicio al #MeToo

Existe un fenómeno constatado por la psicología en situaciones de estrés extremo, cuando no hay posibilidad de defensa ni de huida. Se llama "inmovilidad tónica", deja a la víctima paralizada y ausente. Es bastante común en las víctimas de malos tratos o violaciones. Es lo que explicaría la extraña actitud de la víctima de "la Manada" durante su agresión. Esa parálisis individual guarda una gran similitud con la inmovilidad social y el silencio ante las violencias sexuales.

"El trauma detiene la posibilidad, el movimiento la activa". Tarana Burke, la mujer con la que empezó el #MeToo, explica así la razón de ser de ese movimiento. Las acusaciones de abusos sexuales contra Harvey Weinstein removieron Hollywood, el lugar donde las mujeres son estrellas, y el primer tuit lanzado por la actriz Alyssa Milano con el hastag #MeToo, en octubre de 2017, impulsó hacia arriba y globalmente una corriente que Burke, una humilde terapeuta que trabajaba con mujeres y niñas abusadas de la comunidad negra de Brooklyn, había iniciado en el año 2006.

Todo empezó con el relato de una chiquilla de 13 años, que había sido violada repetidamente por una persona de su círculo familiar. Tarana Burke, que también ha reconocido haber sido víctima de violencia sexual, la escucho impotente y más tarde, al llegar a su casa, escribió en un papel: "Me Too", que fue lo único que se le había ocurrido decirle a la niña. Bajo ese encabezamiento trazó un modesto plan de acción. La activista usó la etiqueta "Me Too" por primera vez en la red social Myspace como una llamada de atención, especialmente dirigida a las mujeres negras pero que no excluía a ninguna de las víctimas. Entre ellas y además de a las mujeres, Burke suele mencionar en sus intervenciones públicas, a hombres, niños y niñas, y colectivos más vulnerables, como las personas discapacitadas y los grupos de población más desfavorecidos económicamente.

Las dos palabras que Tarana Burke lanzó al mundo quebraron un gran silencio sobre las desiguales relaciones de poder que se expresan a través del sexo. Hablar y sentirse acompañado por el relato de otros podría ser el inicio de la curación de un trauma que enferma a toda la sociedad, que afecta a las víctimas y a quienes son testigos de esas vejaciones, a las que no siempre se les da la importancia que tienen. Que una mujer no pueda caminar sola por la noche por las calles de su ciudad por miedo a acabar convertida en presa de un depredador sexual, es, además de una amenaza contra su integridad física, un atentado contra su libertad.

Del juicio a Harvey Weinstein, que el lunes llegó a la corte neoyorquina con un aspecto penoso, renqueante y valiéndose de un andador para caminar, se espera que valide el #MeToo, como si , después de todo lo pasado y lo que sigue pasando, fuera necesario que un juez dictamine que sí, que existen la coerción y el abuso sexual. En mayor o menor grado, poquísimas mujeres se han librado de ellos. Las estadísticas de la ONU confirman que un 35 por ciento de la población femenina mundial ha sido objeto de violencia sexual. Burke habla de una de cuatro chicas y uno de cada seis chicos. No es eso lo que vino a decir el #MeToo, porque ya se sabía, aunque no está de más recordarlo y tomar conciencia de la magnitud del problema.

Lo que el #MeToo ha hecho, y para eso no ha requerido validación ninguna, es liberar a las víctimas del peso del silencio. Les ha permitido contar su historia, dejar de avergonzarse y culpabilizarse y, en los casos más extremos, las ha hecho vislumbrar que pueden ser actores de sus vidas y dejar de verse como meros objetos de dominación.

El #MeToo ha resonado con muchas voces y en muchos ámbitos. Ha tenido eco en el Time' s up, con las actrices enlutadas en la entrega de los "Globos de Oro" de 2018; en el #cuéntalo de apoyo a la víctima de la violación grupal de los Sanfermines, y más recientemente, en la canción "Un violador en tu camino", con la que las chilenas respondían a las agresiones de los carabineros durante las revueltas en su país.

Lo que pase en el juicio a Weinstein, primero en Nueva York, y más adelante en el proceso que acaba de abrirse en Los Ángeles, ya no tendrá gran influencia en lo que se ha puesto en movimiento. El #MeToo puede ser cuestionado, y habrá razones para ello, pero el hecho es que hizo creer en la posibilidad de sanar a las víctimas y a la sociedad, y, como Tarana Burke nos recuerda, "la posibilidad es un regalo que alumbra nuevos mundos".

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