Pablo Iglesias dijo en una entrevista en televisión que si se daban malos resultados electorales en Unidas Podemos, dimitiría de todas sus responsabilidades. No lo hizo en las pasadas elecciones generales donde la formación morada perdió 7 escaños, ni lo hará ahora que ha desparecido de Galicia y el País Vasco. También en Castilla La Mancha, donde el PSOE gobierna con mayoría absoluta, el partido de Iglesias ha desaparecido del mapa político.

Aquí se pueden decir las mentiras que se quieran que no tienen consecuencia alguna. Si lo desean, echen un vistazo a la hemeroteca para escuchar a Pedro Sánchez, lo que decía y lo que finalmente ha hecho, pactando con Unidas Podemos, y dándoles una vicepresidencia y dos ministerios, cuando antes le quitaba el sueño como a la mayoría de los españoles, un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Todo vale con tal de llegar al poder. El fin justifica los medios.

Esto mismo en cualquier otro país sería impensable porque un político que miente, dimite inmediatamente.

Aquí se miente impunemente y parece que la mentira se premie. Pedro Sánchez es presidente del Gobierno, mintiendo porque ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral, buscando el apoyo de las fuerzas independentistas y pactando con Unidas Podemos.

La mentira se ha convertido en un arma política de primer orden. No es de extrañar que la clase política goce cada vez de menos prestigio por parte de los ciudadanos.