Ha llegado. El otoño ha llegado para quedarse. Hace tan solo unos días, en los pocos momentos que tengo para mí misma, me tendía al sol dejando que sus rayos me dieran la energía que necesito ahora cada día más, soñando como hago siempre que puedo, porque ustedes, que me conocen, saben que los sueños son esenciales en mi vida. Mis sueños de ahora son sencillos, son vitales para mí. Son deseos de poder abrazar sin que se aparte al padre de mi nieta, que me quiere proteger y me priva del contacto físico, ese sin el que yo no sé vivir. De volver a reunir a todos mis hijos, una confinada, el otro a miles de kilómetros. Poder secar las lágrimas de los que se sientan frente a mí, cada tarde, a quienes esta maldita pandemia castiga especialmente, sin que yo pueda acercarme y ofrecerles mi refugio. Allí tendida al sol me transportaba a la playa de mis sueños, oía el rumor de las olas?

Soñaba, cómo no, con los besos salados, con las caricias marinas, con la música de fondo, esa música que me acompaña siempre en los momentos especiales. Soñaba, cómo no, con los atardeceres en compañía, con las largas veladas con los amigos, con cosas tan sencillas, Señor, como mirarme al espejo para, al fin, pintarme los labios.

El otoño ha llegado. Mientras escribo, el viento, la lluvia y el granizo golpean los cristales y mi alma se inunda de nostalgia, se tiñe de gris, con lo que me gusta el color.

Y necesito buscar en algún recodo de mi interior la fuerza para superar la pena que cada otoño se instala en mi vida, con el recuerdo de aquellos que se han ido, siempre en otoño. Y tengo que sonreír, claro, porque hay que ocultar la pena, tratar de teñir de color la oscuridad que nos rodea. Pensar que el otoño pasará, también el invierno, y que la primavera llegará y que vendrá nuevamente el verano para poder vivirlo, para olvidar que hemos perdido uno? Y disfrutar nuevamente del sol, y seguro, tengo que pensar que será así, volver a abrazar sin miedo a los que queremos, sin restricciones, sin distancias, sin precauciones, a alma descubierta, a sonrisa abierta, volviendo a vivir, renaciendo nuevamente. Pensar, Señor, que esto ha sido un mal sueño. Una pesadilla. Conjurarla con otros sueños? Los míos, como, ay? Pintarme los labios. Qué tontería. Un sueño, tu sonrisa en la calle, esa, mi vida, que hoy más que nunca, necesito.