Santiago Lorenzo, en ‘Los asquerosos’, los llama «paquetillos verbales». Y pone un montón de ejemplos: recargar las pilas; un momentazo; divina de la muerte; cómo ser madre y no morir en el intento; que venga Dios y lo vea; los hijos vienen sin manual de instrucciones; aquí estoy, al sol, como un lagarto; yo no tengo una bola de cristal y más etcéteras, pero paro. Además de nombrarlos y coleccionarlos, Lorenzo, su personaje Manuel, también los califica y valora: dice de ellos que son «botes de caca semántica consensuada» y «chorrudeces a palangana llena». No está mal. Mucho peor es una hernia fiscal.

Esos «paquetillos verbales» no dejan de ser metáforas sobre metáforas o campanas sobre campanas y sobre campanas una que hielan el pensamiento y amojaman la imaginación. Sin embargo, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Los tertulianos y comentaristas de la tele, por ejemplo, aman sobre todas las cosas ‘chorrudeces’ del tipo ‘hoja de ruta’, ‘espadas en alto’ y ‘líneas rojas’, y todos los demás, impregnados por la cháchara dominante, no paramos de hablar sobre ‘clases burbuja’ y ‘aulas espejo’, así como de los ‘ocios nocturnos’ (quizá porque los matutinos o vespertinos deben tener poca alevosía) y de la ‘responsabilidad individual’ (que sería el huevo, mientras la colectiva la docena). Ni te cuento cómo disfrutamos con los oximorones “distancia social” y “nueva normalidad”. En fin, todo esto es un “agujero negro” (a la espera de que surja uno blanco) lingüístico.

A pesar de todo, ‘nosaltres els valencians’ tenemos suerte y siempre nos quedará, por ejemplo, Isabel Bonig que es, para esto de los «paquetillos verbales», como un ‘desprendimiento de rutina’. ¡Fíjense que a lo que hace su partido así en Madrid como en el país y la ciudad le llama «lealtad crítica»! No sé, uno cree que lo que hace María José Catalá, por poner otro ejemplo, con la ‘plaza roja’ del Ayuntamiento de Joan Ribó, por poner más ejemplos (¡coño, ponlos todos!), se asemeja más al bote de caca semántica de ‘tocar las narices’ que a la chorrudez de la ‘lealtad crítica’.