No es cuestión de política, es de cifras. Porque España arroja el mismo número de defunciones que el continente africano según datos oficiales, o el doble según los oficiosos. Y más defunciones que nadie de su personal sanitario.

Se ha demostrado que lo hecho no sirve. No basta con ponerse mascarillas, saludarse con el codo, usar desinfectantes y confinar a la gente. Al desconfinar, la cosa se compensa como si no se hubiese hecho nada. Y no es de recibo que este problema lo gestionen 17 autonomías y el ministerio, rodeado de consejeros más o menos afortunados. Estamos ante una guerra que exige un estado mayor. Para empezar, lo correcto sería solicitar de la OMS un grupo de epidemiólogos que investiguen qué ocurre y aconseje qué debemos hacer, porque a estas alturas no existen técnicos oficiales del ministerio. Y así nos va. Si para el corazón, consultamos a cardiólogos; para una epidemia pienso que deben aconsejarse por epidemiólogos.

Del mismo modo es imperativo que entre todos nuestros hospitales se elabore un protocolo de tratamiento según el grado de virus de los enfermos. Para ello debía haberse convocado ya de urgencia un congreso nacional de la covid, de los internistas de todos los hospitales de España para ponerse de acuerdo, invitando a los más destacados especialistas del mundo para tener opiniones claras en los tratamientos. Aquí cada ‘maestrico va a su librico’.

Otro flanco a cubrir son los rastreadores. Como hace falta cubrir la cifra de 30 rastreadores por cada 100.000 habitantes, se deberían convocar cursillos de formación de rastreadores en todas las universidades españolas homologando los documentos a tramitar en toda España. Claro que habría que pagarles, pero esto es la guerra y no se puede ahorrar contra el virus.

Otra de las primeras medidas a aplicar debía ser multiplicar por diez las líneas telefónicas de la asistencia sanitaria para atender a la población. No se puede considerar normal que una persona con un cólico nefrítico u otro proceso agudo se pase el día llamando al centro de salud sin respuesta. Y del mismo modo se debería convocar a todos los sanitarios, desde recién licenciados hasta los de 75 años, para incorporarse a la lucha contra la covid. Sabe más y es mejor un médico de 75 años al teléfono que una telefonista sin profesión. Claro que costaría mucho dinero, pero es la guerra que hay que ganar.

Del mismo modo debía obligarse a cada residencia -de ancianos o de lo que sea- a tener un médico y dos sanitarios más para su atención diaria y obligarles a cumplir las normas legales de personal auxiliar.

Una buena medida sería hacer dos circuitos sanitarios independientes. Uno para la covid y otro para las patologías habituales que actualmente se quedan marginadas por la prevalencia del virus. Para ello se podrían aprovechar los hoteles cerrados al público, adaptándolos para la atención sanitaria especialmente con ambulatorios, terminando con las imágenes de pacientes esperando de pie en la calle. Un enfermo no puede estar de pie en la calle hasta que le corresponde su turno.

Como se ve, son medidas sencillas y de gran utilidad. El problema es que son caras de aplicar, pero el virus juega con nuestra economía de manera que nuestra solución actual de confinar y desconfinar territorios, saldrá barato al Estado pero al virus le da igual, porque en cuanto se desconfina vuelve a tope. Aquí hay que hacer una movilización general y gastar mucho dinero, ya que ahorrar es inútil. Si no se hace, seguiremos acumulando muertos.