Leyendo unos días atrás un artículo sobre el genio español de la Física, Javier Tamayo, comentaba este del padecimiento que tuvo que pasar siendo alumno disléxico y cómo de pequeño, en la escuela, quisieron que repitiera 1º de EGB, e incluso le invitaron con 12 años a dejar los estudios. “Mi historia escolar es la historia de un fracaso. El trauma infantil no se te pasa en la vida. Vives con escenas como aquella”. Su profesor le dijo que tenía el peor cociente intelectual de la clase.

Pongámonos en situación. Si a un hijo le dicen que no sirve para estudiar pero lo que en realidad le ocurre es que es disléxico; si nadie le tiende una mano y en la escuela le sugieren que repita curso a los siete años; si le expulsan con cierta frecuencia al pasillo; si es abonado a los exámenes de recuperación; si le trae a la memoria la enseñanza que tuvo en la escuela como una «humillación»; si le sucede todo eso, podemos responder entonces que siempre se puede alzar uno contra todo y contra todos acordándose de Javier Tamayo.

Premio Física, Innovación y Tecnología que le fue concedido por la Real Sociedad Española de Física (RSEF) y la Fundación BBVA. Hace unos años su equipo inventó un microchip capaz de detectar el sida a la semana de contagio. Ahora había desarrollado unos dispositivos ultrasensibles para la localización de huellas de tumores cancerígenos en estadios tempranos.

Pueden marcar un porvenir porque los malos profesores suelen dejar una herida difícil de curar. No obstante, el protagonista de la Historia dedica el premio a aquel buen profesor que se fijó en él y le alentó. No se olvida a un buen profesor, pero tampoco al nefasto.

Podría argumentarse que en la labor del docente es frecuente dejarse llevar por una perspectiva cerrada y no percibir el talento de tus alumnos en otras áreas, académicas o no. Hay una situación recurrente: pasado un tiempo, reencuentro con alumnos que eran discretos en una materia y resulta que en música eran unos hachas (enormes guitarristas, baterías o cantantes). O que será bueno recordar esto y pensar que cada alumno es un enigma del que a menudo solo ves en clase un aspecto, y no siempre el mejor.

Pero pienso que no es tanto eso, como que se desconocen muchos de los problemas de aprendizaje que, en muchas ocasiones, van unidos a las altas capacidades. Mucho talento perdido y muchas autoestimas machacadas por un sistema estático que solo suele concebir una forma estándar de aprender. La inteligencia no siempre tiene que ver con ser académicamente brillante.

Casos de perfiles que, pese a haber sido catalogados como fracasos escolares, consiguen desarrollar sus capacidades en alguna inquietud o pasión y en donde destacan porque son realmente brillantes e inteligentes. Y qué decir de los trastornos del aprendizaje, que están detrás de muchos casos de fracaso escolar temprano y "tapan" una alta capacidad. Esos niños tienen configurado el cerebro de otra manera y el sistema educativo actual les suele catalogar de fracaso escolar, alumno mediocre o malo, o como me referí al inicio de este artículo: con un coeficiente intelectual bajísimo, cuando en realidad es todo lo contrario. Detrás de esta circunstancia, hay muchísimo sufrimiento infantil. Ese es el tema y no otro, como por ejemplo el de la competitividad adulta en entornos académicos, el éxito o el emprendimiento como indicadores de un concepto de ganador que valorar negativamente. El enfoque no sería ese, si no que tenemos un sistema de enseñanza rígido en el que solo caben los estudiantes que responden a ese método. Y muchos chicos inteligentes no encuentran su lugar en él. Y es una lástima.

Yo quiero poner el foco en los niños con alta capacidad y problemas de aprendizaje o dificultad para adaptarse a un sistema escolar rígido y estándar. Y me alegra que haya casos en que pese a todas las dificultades puedan encontrar un camino de satisfacción profesional y personal. Entiendo que haya educadores que defiendan el Sistema educativo actual porque se desarrollan en él profesionalmente. Mejorarlo es tan utópico como cualquier otra utopía de justicia social.

Aunque sí que recomendaría la lectura de algún libro sobre problemas y trastornos del aprendizaje. No es un totalitarismo ni una utopía inalcanzable que los profesores dispongan de unos mínimos conocimientos al respecto. Como de ciertas bases y teorías pedagógicas. Así, podrían impartir sus materias de forma más beneficiosa para tantos.

Por último, desmentir a unos padres sobre la alta capacidad de su hijo es tan sencillo como requerir la evaluación de un profesional al respecto. Y diría que suele ocurrir al contrario, que incluso con los test y evaluaciones pertinentes, muchos profesores se resisten a creer que tal niño tiene AACC porque en su materia no es académicamente brillante, o es despistado, o no hace la tarea como el profesor indica, o es desordenado.

Precioso, triste,… Cada uno llega al conocimiento y al entendimiento por una vía y aquellos que se desvían de la norma, necesitan aún más ese " ángel" en forma de profesor que crea en ellos y que les enseñe una cosa, que son capaces.