Cuando escucho a los parlamentarios de EH Bildu en la tribuna del Congreso de los Diputados pienso en lo generoso que ha sido la democracia con los pistoleros de ETA. Mientras ellos se dedicaban a poner bombas lapas, a secuestrar o a pegar tiros en la nuca, los demócratas se jugaban la vida por decir lo que pensaban y defender sus ideas pacíficamente.

Es obsceno escucharles hablar de democracia a quiénes la han pisoteado y han sembrado el terror. Dicen lo mismo que decían cuando llevaban la capucha, mantienen el mismo discurso, solo que ahora no empuñan las armas.

ETA ha dejado de matar, pero no se ha disuelto ni ha entregado las armas, que es el primer paso para su disolución definitiva. Tampoco ha colaborado con la justicia para esclarecer los cientos de asesinatos que todavía siguen sin resolverse.

Lo incompresible de todo esto es que un partido como el PSOE, con muchos muertos sobre la mesa, se avenga a negociar con los asesinos de la banda terrorista ETA. Han conseguido lo que querían: estar en las instituciones y el acercamiento de presos a cárceles próximas al País Vasco, amén de la excarcelación de muchos terroristas con delitos de sangre. La amnistía para el resto no tardará en llegar.

Hay cosas que en democracia son innegociables, como lo es pactar con terroristas. ¿Dónde quedan las víctimas en todo este proceso?

No habrá normalización democrática en Euskadi mientras no pidan perdón a las víctimas y se arrepientan de los crímenes cometidos. Es lo menos que se les puede pedir después de todo el daño causado.

La mano tendida de Ciudadanos para negociar los PGE no ha servido de nada. Pedro Sánchez ha preferido buscar el apoyo de los que le hicieron presidente del Gobierno antes que buscar el acuerdo con las fuerzas constitucionalistas. Un camino que solo lleva al precipicio y al peor de los escenarios.