Como cada año, el 27 de enero es el día internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del holocausto. Desde su creación por la Asamblea de las Naciones Unidas, se celebra en este día el programa de divulgación como advertencia de las consecuencias del genocidio y del antisemitismo. Como dijo en su día Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas : «El holocausto no fue una simple locura de los nazis, sino la culminación de milenios de años, culpando y discriminando a los judíos».

El holocausto, conocido en lengua hebrea como la ‘Shoá’, fue el genocidio que se inició en junio de 1941 con la implementación de la ‘solución final’ en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial hasta que el 8 de mayo de 1945 el Ejército Rojo soviético liberó el campo de concentración de Auschwitz. Los nazis se consideraban una raza superior, menospreciando a los judíos, a los que consideraban una raza inferior. Pero las persecuciones no afectaron solamente a los judíos; otros grupos fueron perseguidos y recluidos en campos de concentración y de trabajo al ser considerados una amenaza: homosexuales, discapacitados, testigos de Jehová, socialistas, comunistas... A los judíos se les persiguió por su origen racial y fueron el único grupo elegido por los nazis para una aniquilación sistemática y total.

¿Por qué el odio de Hitler y el régimen nazi a los judíos? Los nazis creían que la historia era una lucha racial. El Fürher creía que Alemania salió humillada en el Tratado de Versalles firmado al final de la Primera Guerra Mundial. Su paranoia, caracterizada por sus ideas obsesivas y antisemitas, llegó hasta el punto de acusar a una joven judía de haberle contagiado una enfermedad venérea. Antes de escribir ‘Mein Kamph’, Hitler se inspiró en el libro de Serge Nilus ‘Los protocolos de los sabios de Sión’, que describe cómo la peste judía se adueñaría del mundo moviendo entre bastidores los resortes económicos, militares, culturales y sociales del mundo.

Para Hitler solo existía la raza aria. Sentía el odio a la religión judía y también a la cristiana. Su aversión se cimentó en la centenaria tradición del antisemitismo cristiano que propagaba un estereotipo negativo del judío como asesino de Cristo. Los nazis intentaron conservar en secreto los asesinatos masivos en los campos de concentración y exterminio. Su propaganda divulgó por Europa que el trabajo que se realizaba en dichos campos liberaba a las personas.

En 1953, el parlamento israelí aprobló una ley para el reconocimiento y distinción de aquellas personas no judías y extranjeras, los noájidas o gentiles, que ayudaron a salvar a miles de judíos del terror del régimen de Hitler. Son los llamados ‘justos entre las naciones’. En España fueron varios los diplomáticos que ayudaron a miles de judíos para que escapasen del terror nazi.

Hace unos días fallecieron dos judíos sefardíes que sobrevivieron al holocausto: Isaac Revah y Annette Cabelli. Revah fue ayudado por el español Sebastián Romero Radigales, quien recibió el título de justo entre las naciones. Cabelli estuvo internada en el campo de Auschwitz y recordaba que parecía una torre de babel. Una de las lenguas que se hablaba era el judeo-español.

Con la ley de Nacionalidad para Sefardíes ambos obtuvieron la nacionalidad española. Entrañables fueron las palabras del rey Felipe VI durante un acto para celebrarlo en el Palacio de Oriente: « Cuánto os hemos echado de menos». No solo a ellos se les reconocía la nacionalidad española, sino también a todos los descendientes judíos españoles expulsados desde 1492 en el reinado de los Reyes Católicos.

Como dijo Anna Frank: «Llegará el día en que termine esta horrible guerra y volvamos a ser personas como los demás, y no solamente judíos».