Durante las últimas décadas, tanto en España como en el resto de los países desarrollados de nuestro entorno se ha producido un envejecimiento de la población. Sin embargo, la dependencia no es exclusiva de las personas mayores, se incluyen también otros colectivos como grandes discapacitados, enfermos crónicos, terminales y todos aquellos en los que se genera una pérdida de autonomía. Un tema que se agrava en los territorios afectados por la despoblación.

En nuestra Comunitat un tercio de la superficie total. En Valencia 40.000 km2, casi el 40% de nuestro territorio, donde reside tan solo el 1’14% de la población. Una diáspora rural que se ve agravada por una tasa de envejecimiento estremecedora, superior al 400%, cuando la media española se sitúa en el 125’79%, en la línea de la tasa en la Comunitat. Porcentajes a los que se suma una tasa de dependencia que refleja la gravedad de la situación y la necesidad de implementar una verdadera política socio-sanitaria, como tristemente la pandemia nos está poniendo de relieve. Debemos generar infraestructuras eficientes y eficaces en un territorio digitalizado y adaptado a su población. Infraestructuras socio-sanitarias pero también educativas, de vivienda, etc., que ayuden a compensar un agravio y olvido histórico en favor de una verdadera discriminación positiva.

Con la silver economy avanzando imparable (representa ya el 25% del PIB Europeo y supondrá el 38% del empleo en 2025), no podemos seguir de espaldas a este nuevo paradigma. España, tercera en el ranking mundial de longevidad (82’83 años), con 9’28 millones de personas mayores de 65 años (19’5% del total- en 2050 supondrán más del 30% de la población y los octogenarios superarán los 4 millones) debe realizar un cambio radical en sus políticas. No podemos perder más tiempo, porque somos más longevos, pero también más crónicos. Por ello, es imprescindible apostar, como ya están haciendo los países más desarrollados, por una silver policy que aborde los graves problemas de la despoblación y también del crack demográfico que padecemos. Con esa estremecedora tasa de envejecimiento, sumada a la diáspora generacional en la inmensa mayoría de nuestro territorio (la laponia mediterránea), necesitamos urgentemente afrontar un cambio de mentalidad y abordar la dimensión económica de un nuevo panorama poblacional, perfectamente descrito en las 10 SESPA’s por Serrania Celtibérica y recogido por el Parlamento Europeo en 2017.

Una economía plateada que aportará en 2025 el 32% del PIB europeo, generando 88 millones de empleos (38% del total). Una ventana de oportunidad para incentivar políticas activas en los territorios que no solo fijen población, sino que aporten un valor añadido en servicios, infraestructuras y nuevas oportunidades de empleo, apuntalando un “retorno” generacional que impulse un círculo virtuoso en beneficio de todos. Políticas del siglo XXI que afronten los problemas ya de sobra conocidos, pero siempre relegados, que ahora pueden verse beneficiadas con la liquidez necesaria de los Fondos Europeos. No es momento de redescubrir, ni de reinventar, ni renombrar nada para colgarse una efímera medalla, porque el objetivo final es el mismo. Es hora de que toda esa España abandonada aúne esfuerzos para conseguir del Gobierno y demás estructuras administrativas, una hoja de ruta decisiva que suponga un salto cuantitativo y cualitativo histórico. No podemos perder esta oportunidad. Por “los últimos”. Se lo han ganado.