Acosada la dirección nacional del PP por los medios, los contrincantes, la opinión pública y los tribunales, ha tomado la repentina y sorprendente decisión de cambiar de sede. Como si el edificio tuviese una maldición o cambiar de casa, uniforme o siglas solucionara el problema. Y eso no lo solventa, ya que lo que cuenta es la opinión general que se tiene de un partido formado por miles de personas y millones de votantes, que necesita que la dirección se decante por defender el buen nombre de la mayoría, en vez de dedicar sus esfuerzos a escurrir a los acusados. El PP tiene ante todo la obligación de defender al partido y sus militantes antes que a los acusados bajo sospecha, que para eso lo votó la mayoría de sus miembros.

El problema que el partido tiene que resolver es el de los 700.000 afiliados honestos y honrados que por culpa de unos presuntos abusos de sus dirigentes se encuentran abocados a esta situación, con pérdida del prestigio del partido, del poder político y, lo que es peor, de la garantía de que su conducta les hace acreedores. Aquí hay que decir que hay miles de personas honestas, que han trabajado por el partido poniendo dinero de sus bolsillos, mientras otros presuntamente se lo llevaban. Años haciendo loterías de nuestro bolsillo, con cenas de sobaquillo, pagando sedes con esfuerzo, soportando viajes de autobús a base de bocadillos de tortilla y largas jornadas de trabajo electoral, para ahora verte como miembro de una entidad desprestigiada y tramposa, como si todos los del PP fuésemos unos sinvergüenzas. Eso no es verdad, ni es lo justo, pero nos vemos completamente abandonados por nuestro partido como si todos hubiésemos actuado tramposamente. Y esto es falso, porque la inmensa mayoría del partido es honesta y honrada y hemos trabajado dentro de la ley. Y eso es lo que tiene que defender nuestra Ejecutiva. Los acusados ya se apañarán.

El PP no tiene más que una salida, la de comparecer como acusación particular en todos los pleitos en los que se juzgue a sus antiguos dirigentes, buscando que se aclaren o se sancionen todas las causas investigadas en busca de la verdad, en lugar de excusarles y defenderles, porque el partido ha de tener la aspiración de sobrevivir a estas circunstancias. Porque somos una ideología incrustada en la sociedad española a lo largo de más de 40 años, con garantía de votos y vocación de gobierno y eso no se puede abandonar. Es a esos 700.000 afiliados a los que hay que salvar y apoyar y no a los presuntos de nuestros líderes que no merecen ese esfuerzo. Esto es lo que ha de primar en el partido y es a lo que hay que dedicarse, porque es nuestra supervivencia.

Mientras el PP no comparezca en demanda de justicia, claridad y defensa de sus afiliados y votantes, no se conseguirá nada porque aunque se cambie de local los contrincantes no van a dejar de acosarnos. Por eso solo tenemos ese camino, anque hay que reconocer que es un camino de valientes. Pero para eso elegimos a nuestros líderes, para que se mojen.