No sé si es más el deseo o la realidad pero empiezo a ver gestos y movimientos tacticistas en torno a Sánchez que me llevan a concluir dos cosas: la primera, que comienza a soltar lastre y se aleja de los partidos más extremistas que le han asegurado la estabilidad institucional y presupuestaria y comienza el inexorable viaje al centro en busca del único caladero existente que le puede asegurar una mayoría absoluta en las próximas elecciones. Y la segunda, consecuencia de la primera, que las elecciones generales están más cerca de lo que pensamos.

Como me decía un buen amigo esta mañana mientras me proponía a escribir este artículo, “eso demuestra que tiene estrategia y equipo”. Efectivamente, le contesto. Tiene entre otras como estratega al que el PP dejó marchar, el ya famoso Iván Redondo, alguien que está demostrando conocer muy bien los entresijos políticos pero sobre todo que conoce mejor que nadie los comportamientos de los votantes, o sea de los ciudadanos.

Y esto en el fondo que podría ser debatido no es ni más ni menos lo que cuenta para un partido político como el PSOE aquel tiene vocación de gobierno porque como decía Andreotti quema mucho estar en el gobierno pero más en la oposición.

Cuando llego Sánchez al Gobierno tenía varias patatas calientes encima de la mesa, la más importante, no nos olvidemos, el “conflicto catalán“, y sin embargo como un encantador de serpientes no solo ha desactivado al menos temporalmente el problema sino que ha unido a los nacionalistas a su mayoría parlamentaria, ha permitido que sus líderes encarcelados salieran durante la campaña de las autonómicas catalanas y encima el candidato de Sánchez ha sido el más votado en dichos comicios.

Illa, que no pasará a la historia como el mejor ministro de Sanidad y cuya gestión de la pandemia ha dejado más obscuros que claros, sin embargo ha conseguido a base de marketing político ser el más votado en Catalunya, lo cual no le va a permitir gobernar pero en la noche electoral vimos allí a Iván Redondo observando lo que puede haber sido un experimento de cara a las próximas elecciones generales.

Durante estos primeros meses ha estado claro que el viraje hacia la izquierda del Gobierno Sánchez además de ser el único viaje posible que podía este hacer para asegurarse los apoyos suficientes ha generado el efecto de dividir al centroderecha político.

El PP, Ciudadanos y Vox han andado desorientados y a la gresca tratando de implementar cada uno la mejor estrategia posible para no perder muchos votos (caso de Ciudadanos) , ir recuperándose (PP) o seguir creciendo (VOX) .

De todos ellos, a fecha de hoy, hay un ganador claro, Vox, pero sin quitarles mérito el camino se lo han allanado el Gobierno y sobre todo los socios de este. Y sin duda los errores de estrategia de la líder de Ciudadanos y las dudas y complejos del presidente del PP han colaborado impagablemente en dicho éxito.

Ahora a Sánchez le toca mover porque sabe que con estos socios “que producen insomnio” no se puede cohabitar por mucho tiempo. Tienen que llegar las Fondos Europeos y la Unión Europeo bromea lo justo con las cosas del comer; la Judicatura lleva ya demasiados meses sin ser actualizada y la más alta institución del Estado no puede seguir siendo tratada sin respeto más tiempo y abrir un debate sobre monarquía parlamentaria/república que la historia reciente ya nos ha dado la respuesta.

Y efectivamente parece que en las últimas semanas Sánchez ha comenzado a dejar gestos al respecto.

Se empieza a escenificar es hartazgo de miembros del Gobierno y líderes socialistas con los comportamientos del Vicepresidente Iglesias; la Vicepresidenta económica comienza ya a hablar de ayudas directas a las pymes para paliar las duras consecuencias de la pandemia; Sánchez y Casado ya se hablan por teléfono y está más cerca que nunca el Pacto por la Judicatura e incluso por renovar el Defensor del Pueblo, RTVE… Y finalmente se hace un acto con la excusa del 40 aniversario del fallido golpe de estado para ensalzar no sólo la figura del actual monarca Felipe VI sino incluso reconocer la figura y el papel decisivo del Rey emérito en aquel luctuoso episodio de nuestra historia reciente.

Finalmente, pero no menos importante, el mayor problema que ha tenido el Gobierno Sánchez y España por supuesto es sin duda la pandemia. A los miles de fallecidos que la enfermedad ha dejado y la brecha económica y social que ha generado el virus se suma la sensación ciudadana de que se podía haber gestionado mejor este asunto.

Sánchez aquí también ha demostrado su estrategia traspasando los poderes en los últimos meses a la Comunidades Autónomas de manera que están siendo ellas las que se “queman” cada vez que se deciden restricciones o cierres de determinados negocios o sectores económicos.

Pues bien, ahora el viento sopla de cola. En los próximos meses van a llegar millones de vacunas que si bien no creo que alcancen las previsiones iniciales del Gobierno para el verano sí que en el invierno próximo asegurarán la famosa “inmunidad de rebaño”.

Para entonces también habrán llegado los miles de millones de fondos europeos del primer tramo que permitirán mediante ayudas directas y quitas del ICO recomponerse a miles de autónomos y pymes, estabilizando la economía y recuperando el mercado laboral.

La campaña del verano habrá sido como mínimo igual o mejor que la del verano pasado por lo que todos aquellos que viven de un modo u otro del turismo habrán recuperado parte de la renta perdida.

Los presupuestos del Estado a malas pueden ser prorrogados si Sánchez no encuentra apoyos suficientes a su izquierda como consecuencia de su “giro” y en la derecha obviamente no los va a encontrar si “huele a elecciones”.

Por tanto, para la próxima primavera podríamos encontrarnos con unos comicios electorales como los de marzo del 2000 en los que Aznar, tras gobernar con PNV y CIU su primera legislatura (algo que ahora suena a ciencia ficción) logró alcanzar una gran mayoría absoluta.

El terreno estará abonado para un centrado presidente Sánchez, la salud de los españoles resguardada, la economía y el empleo mejorando a dos dígitos, su principal rival político sin saber qué hacer para no quedar escorado a la derecha al tiempo que no perder los votos de ésta…

Como no todo son buenas noticias, probablemente Sánchez tenga un único inconveniente inicial en su suelta de lastre que ya lo estamos viendo a cuenta del caso Hasel: el conflicto social que la extrema izquierda sabe mover mejor que nadie.

Pero bueno, si el Gobierno sabe aguantar el tirón los acontecimientos jugarán a su favor, incluso le permitirán a Sánchez colocarse con más facilidad en el centro del tablero político.

¿Tendremos elecciones en marzo de 2022? El tiempo lo dirá pero yo si fuese Pablo Casado comenzaría a tener ya listo equipo y estrategia.