La esperanza de vida es un indicador muy interesante que proporciona en cierta forma una valoración de las expectativas de los ciudadanos de disfrutar de una vida más o menos prolongada. No es directamente un indicador de la calidad de vida, pero sí del contexto temporal en que esa vida puede durar. España queda bastante bien parada si se la compara con otros países de semejante nivel de desarrollo y cultura. Los españoles nacemos con el proyecto de alcanzar los 82,40 años de media (Andorra 88,4; Francia 82,3; Reoino Unido 81,3; Estados Unidos 78,54)

En nuestro caso, con nuestros datos podemos suponer que los españoles vivimos a lo largo de nuestra vida un total de 30.076 días (365x82,40). Permítasenos calcular en un supuesto de una ciudad o grupo social de demografía estable que tuviera la población de 30.076 habitantes, cada día sucedería un fallecimiento (a la vez, claro, que nacería una criatura nueva). Los datos así estimados no se alejan demasiado de la realidad: Madrid, considerando que aproximadamente tiene en su casco urbano central unos tres millones de habitantes suele sufrir diariamente cerca de 100 fallecimientos en condiciones de salud pública normal (están registrados datos de exceso de muertes diarias -a veces duplicando ese centenar- en episodios antiguos de fuertes inversiones térmicas y exceso de contaminación atmosférica).

En la situación actual de pandemia, cuando nos encontramos en lo que parece ser una cuarta ola y con una cifra de fallecidos que hasta hoy en nuestro país son 77.855, según los datos oficiales de ayer del Ministerio de Sanidad, nos permitiremos jugar con las cifras y quizás sacar algunas conclusiones que nos ofrecerán perspectivas más claras.

En primer lugar, utilizando los datos anteriores, habría que esperar que en España, con una población de 46,94 millones de habitantes (cada 30.076 con un fallecido al día) se produzcan un total normal de fallecimientos de 1.561 (46.940.000/30.076 ) ciudadanos diariamente en todo el Estado. En la situación de anormalidad provocada por la pandemia, suponiendo que hasta ahora han transcurrido unos 390 días desde su comienzo, la media de fallecimientos es de 195 fallecimientos diarios solamente a causa de esa enfermedad, lo que viene a sumarse a lo no pandémico y alcanzar un total de 1.756 fallecimientos diarios (195 + 1.561). Eso lleva a una conclusión indirecta: a lo largo de los últimos meses los españoles ya no han tenido esa esperanza de vida mencionada al principio, pues de 82,40 años habríamos pasado a solo 73,24 años de esperanza de vida, un 11 % menor, lo que transforma a nuestro país en un entorno menos deseable desde el punto de vista de las expectativas de envejecimiento largo y placentero.

Una disminución del 11 % en la esperanza de vida no es ninguna trivialidad para adoptar posturas escépticas o negacionistas frente a la actual situación. Se trata de datos que, con la frialdad que proporcionan las estadísticas y los grandes números, dan una panorámica estremecedora de toda una población atacada por la plaga (aunque a mí no me toque) y que justificarían políticas que intenten, aunque no siempre resulten exitosas, reducir el número de contagios y administrar los saberes científicos en la medida de lo posible en beneficio de la gran mayoría.

Las pandemias se han producido muchas veces a lo largo de la historia, pero la actual, a mi juicio, ha tenido dos características muy especiales. Por una parte, la actual gran facilidad de movimiento entre países y regiones de todo el mundo ha sido más rápida y más global por los contagios que haya podido haber en comparación con todas las anteriores; por otra parte ha sido una situación en la que todos hemos estado presentes, todo el mundo ha podido ver lo que sucedía en el resto del planeta, y en las comarcas vecinas, nadie se ha librado, todos estamos participando, en cierto modo. Sanos, enfermos o simplemente asustados. El desarrollo de las vacunas (no los tratamientos sintomáticos que siguen siendo muy insuficientes) ha sido espectacular y la ciencia, con mucho dinero público, ha demostrado que trabajando juntos se encuentran soluciones -muchas soluciones- que parecían inalcanzables en tan pocos meses.