Nos ha traído la pandemia algunos mantras que dan para una cierta reflexión. Más allá de la ‘nueva normalidad’, ese aparente oxímoron que encierra como mínimo una extraña paradoja, emerge por todas partes la idea recurrente de la recuperación, de la reconstrucción. Hace ya más de un año, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) presentaba su plan pospandemia: ‘Build back better’, que viene a ser algo así como «reconstruir mejor» o «trabajar para volver mejores». Al otro lado del Atlántico, Estados Unidos insistía en la idea: el programa económico del entonces candidato Joe Biden llevaba el mismo título. Luego, ya como presidente elevó al G7 su estrategia para contrarrestar la potencia china con el título de ‘Build back better for the world’.

Hoy, 3 de julio, se conmemora en todo el mundo la edición número 99 del Día Internacional de las Cooperativas bajo el lema ‘Reconstruir mejor juntos’, que puede leerse estos días en las fachadas de ayuntamientos y cooperativas de toda la Comunitat. Y no es baladí el matiz de ‘juntos’, porque nos involucra, nos lleva directamente a la idea de la participación, de la unión, al propósito de no dejar a nadie al margen ni mucho menos atrás. Probablemente, ese ‘juntos’ sea la palabra con más fuerza en este discurso, con un significado más penetrante que el de reconstrucción. Si hablamos de recomponer lo que se ha roto, o vamos todos en la misma dirección o no será fácil que tengamos éxito. Ésa es nuestra forma cooperativa de hacer las cosas: por definición, trabajamos siempre en colectivo.

Nos apuntamos el optimismo: estamos saliendo de ésta y tenemos ante nosotros una oportunidad histórica (pero histórica de verdad) para pararnos a pensar cómo queremos hacerlo. Personalmente, me habría gustado que, en lugar de tanta reconstrucción, hubiéramos aprovechado la tesitura para profundizar en la idea de la transformación.

Según la Academia, reconstruir es «volver a construir» y transformar es «transmutar algo en otra cosa». Cuando reparamos en él, el lenguaje es muy elocuente. Por eso preguntamos: ¿reconstruir o transformar? Porque no es lo mismo, ni parecido, volver donde estábamos que impulsar el cambio. ¿Hace realmente falta regresar al punto de partida para emprender un camino nuevo? ¿Hay atajos para el progreso? ¿Estábamos en la senda adecuada? Da la sensación de que, cuando ya nos habíamos puesto de acuerdo en la necesidad de transformar, nos hemos dejado seducir por la reconstrucción.

El 25 de septiembre de 2015, la ONU aprobó, por unanimidad de sus 193 Estados miembros, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, autodenominado ‘un plan de acción para transformar el mundo’ con el que se pretende «erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad de todas las personas». Bajo ningún concepto debemos permitir que la sacudida pandémica nos desvíe de los objetivos de desarrollo sostenible, porque ya habíamos alcanzado un consenso en que por el camino que llevábamos no andábamos bien. El demoledor diagnóstico que hacía la ONU en su declaración constataba que miles de millones de personas vivían en la pobreza privadas de una vida digna, que las desigualdades iban en aumento, que el desempleo (particularmente juvenil) preocupaba cada vez más, que existían múltiples riesgos para la salud, que las crisis humanitarias y desplazamientos forzados de la población amenazaban con anular muchos de los avances logrados durante los últimos decenios, que el agotamiento de los recursos naturales y la degradación del medio ambiente iban en aumento, que la desigualdad entre los géneros continuaba siendo un reto fundamental, y que el cambio climático era uno de los mayores desafíos de nuestra época y que ponía en riesgo la capacidad de los países para alcanzar el desarrollo sostenible. ¿Es este el punto de partida al que queremos regresar? ¿En serio?

Siempre decimos que la Agenda 2030 es el libro de cabecera de las cooperativas valencianas, porque verdaderamente nos sentimos identificadas con las metas que plantea y con las acciones que propone. Somos empresas de personas y toda estrategia que ponga a las personas en el centro será bienvenida y secundada. Pero es que poner de verdad a las personas en el centro para componer una sociedad más igualitaria, más incluyente, más verde y más solidaria, exige cambiar el chip, reeducarnos, transformarnos.

De transformación habla el Gobierno de España en su plan para ejecutar en nuestro país el millonario programa europeo de recuperación, Next Generation. Y de transformación habla también el Consell de la Generalitat, no ahora, sino desde que el Botànic añadió a una de sus principales carteras el término ‘modelo económico’ y se puso manos a la obra con sucesivos planes para la Transformación del Modelo Económico Valenciano, el último de ellos -con el horizonte puesto en 2027- presentado hace menos de un mes.

Reivindiquemos el cambio. Seamos mejores. Transformemos. Quizá la covid-19 nos dé la posibilidad de tomar un atajo hacia el desarrollo sostenible y, tras el súbito frenazo inicial, la misma pandemia pueda convertirse en un revulsivo que nos empuje hacia el progreso. «Seria fantàstic», que cantaba Serrat.