La guerra, de todas cosas es padre y de todas las cosas rey, y a unas señala dioses y a otras hombres, a unas hace esclavas y a otras libres». Tal es la sentencia de Heráclito, que nadie debería tomar en un sentido literal, belicista, prescindiendo del delicado arte de la hermenéutica y según el cual la frase vendría a señalar -entre muchas otras cosas- que para obtener lo que se desea hay que luchar, y que la calidad de esta lucha pone en su lugar a cada cual, según sus virtudes.

Viene esto a cuenta porque siendo Heráclito uno de los primeros filósofos, y estando casi todo en la vida, según su interpretación, mediado por la polémica, no sería menos lícito encarar el asunto de la propia filosofía como una lucha eterna con sus adversarios, y a veces hasta con sus propios aliados.

La filosofía fue reina en Atenas, sierva de la teología en casi toda la Europa medieval, y ejecutora del Antiguo Régimen durante el Siglo de las Luces. Menos épicos, nuestros tiempos han visto madurar la filosofía política y de la ciencia, e incluso la venerable disciplina halló acomodo escolar en las mejores décadas de nuestra historia reciente. En estos años de oscurantismo populista y posverdad, ha sido desterrada poco a poco de las aulas, sin que lleguemos a saber si este exilio forzoso ha sido causa o consecuencia de aquéllos.

Muchos dicen que todo comenzó con la Lomce, aunque otros sugieren que ese fue simplemente el golpe más atrevido, no el inicial: Wert eliminó el 75 % de las horas obligatorias de la asignatura, desalojando a la Historia de la Filosofía de su lugar en la fase obligatoria de las pruebas de acceso a la universidad por primera vez en más de cincuenta años. Como consecuencia de ello, la asignatura tuvo que enfrentarse al designio de las Facultades, para obtener la ponderación de su prueba. De nuevo la humillación -la esclavitud de la antaño reina, que diría Heráclito- se hizo en sus carnes: solo valdría para algo presentarse a filosofía si se elegía una carrera de humanidades. Para eso había quedado la disciplina en que más tiempo ocuparon Descartes y Leibniz, dos de los más insignes científicos de todos los tiempos.

Es cierto que la lucha -siempre la lucha- de las asociaciones filosóficas y la buena disposición de conselleria y universidades, consiguió que en la Comunitat Valenciana la Historia de la Filosofía ponderase para ciencias sociales, jurídicas y artes. Sin embargo, no se consiguió hacer frente a otras dificultades: en los últimos años, la prueba de nuestra disciplina en selectividad se ha situado a última hora del último día, cuando casi todos los estudiantes ya intuyen, mal que bien, cómo les han ido los exámenes y si pueden prescindir de alguna de las asignaturas voluntarias de las que, no olvidemos, solo se tendrá en cuenta las que mejor puntúan de entre las aprobadas.

El resultado es que la tasa de abandono en Historia de la Filosofía es la mayor de todas, y el número de notas que apenas puntúan sobre cero, también, dado que parte del alumnado simplemente se asoma ‘a ver si el examen es fácil y puede hacer algo’. Como ya hemos dicho, en caso de obtener una mala nota, esta no les penaliza en absoluto.

Esa, y no otra, es la explicación de los bajísimos resultados que publicaba Levante EMV el pasado viernes. Las correcciones accidentadas son una gota en el eterno fluir del río de Heráclito, una anécdota en el devenir, que se ha solventado con rapidez y justicia por parte de la universidad. No deberíamos permitir que los árboles nos impidiesen ver el bosque.

Yo invito a hacer la reflexión: ¿Qué pasaría con Historia de España o Matemáticas si fueran voluntarias y se pusieran el último día a última hora, y si sacar un cero no penalizara lo más mínimo?

Afortunadamente, las tornas pueden cambiar y la filosofía, si no reina, sí puede ser maestra. Todas las pruebas internacionales lo demuestran, desde Oxford, en secundaria, hasta EE UU, en posgrado: el alumnado que cursa Filosofía mejora su capacidad analítica, lectoescritora y matemática. En resumen: es la mejor para aprender a razonar y la enseñanza de la filosofía es un lujo del que no podemos prescindir. Debemos luchar por ella.

Así parece haberlo entendido nuestro conseller, Vicent Marzà, que hace un año, se comprometió en la Escola de tardor a mantener y aumentar la presencia de la filosofía en el sistema educativo valenciano. Tiene una oportunidad de oro cuando toque renovar el decreto autonómico que dará forma a la Lomloe.

En estos tiempos, la justicia ya no es impartida por dioses, sino por seres humanos. En este sentido, hacer justicia hoy día puede ser, simplemente, mantener la palabra dada.