Hay individuos a los que sólo sorprende ‘lo extraordinario’ o lo que sucede de uvas a peras (un eclipse o un terremoto, por ejemplo) y otros a los que, además, sorprende la rutina ordinaria, las cosas del día a día (que el Sol salga cada mañana, por ejemplo). También los hay hierático-egipcios a los que nada sorprende, pero allá ellos.

Aplicada esta perogrullada al congreso precoz del PP valenciano, ese congreso que persigue la renovación diciendo lo mismo de siempre e incluso antes de siempre, debo confesar que he experimentado las dos sorpresas. La sorpresa ordinaria me la provocó la síntesis de la propuesta política del señor Mazón para el futuro inmediato, sacada del baúl de los objetivos más rancios del pasado, que son tres: a) ‘agua para todos’, porque les parece que no todos quieren agua para todos,¡’vayapordios’!; b) arreglar el tema de la financiación volviendo a las propuestas que provocaron el problema (reforma de 2002), ‘manu populari et mirabile dictu’; c) y ya, por último, soplar las brasas del guerralingüismo para reavivar los réditos y cosechar los pecios, y todo bajo el principio de ‘libertad ayusiana’ que consiste en hacer o no hacer y que otros no hagan o hagan lo que a mí me da la gana o no me da la gana. A este tercer punto, como una metástasis, se le añade, vía resurrrección, la abortada ley de las líquidas señas de la identidad evanescente, supongo que con la consiguiente creación de la Oficina de las Señas de Identidad para la que ya tienen un candidato más líquido que el río Ebro, ese que nació en Cantabria, después se apuntó a Navarra y cobró de Aragón hasta que obtuvo la Oficina del Delta, tras dejar la política y apuntarse al PP. En fin, con tanta novedad no sé si llamarle Mazón o Pelmazón, y usted perdone la broma de patio de colegio.

Por otra parte, la sorpresa extraordinaria, al modo terremoto o eclipse, me la provocó Catalá con una afirmación lapidaria de argumentación perdularia. «La justicia -dijo- en política en esta ciudad es devolver el ‘cap i casal’ a los valencianos y ser alcaldesa de València». Añadía que «los vecinos no merecen un gobierno sectario» y que debía «restablecer la memoria de Rita Barberá». Catalá sabe que lo justo es que gobierne quien sume más votos y acuerdos; sabe que no hay nada que ‘devolver’, porque los ‘valencianos’ nunca perdieron nada; sabe que esa pseudodevolución no pasa porque ella ocupe la alcaldía a no ser que ‘los valencianos’ sean sólo los que militan en el PP o en Vox o en las raspas de Cs. Finalmente, la memoria de Rita no hace falta que la restablezcan: muchísimos no hemos podido olvidarla.