No vamos bien, si determinadas señas de identidad o supuestos elementos referenciales comienza a ser utilizados como tarjeta de presentación y a la vez como frontera respecto al que no es igual, mal vamos. Hubo un tiempo, el siglo pasado, en el que señalaba con el dedo y se pintaba las viviendas, los barrios donde vivían y se marcaba a determinados ciudadanos, se les etiquetaba, como no deseables, las consecuencias las conocemos todos y fueron terribles.

En nuestro país a mediados del siglo pasado también se inventaron etiquetas para ponerlas en las normas de manera que ciudadanos que no habían hecho nada que se pudiera considerar como delictivo, pasaban a pertenecer a una clase o colectivo que, si merecía una sanción, de nuevo las etiquetas y tampoco aportaron mucho.

Afortunadamente, ese tipo de prácticas ya no se producen, al menos en nuestro país, y en otros muchos, ya no se etiqueta en contra, estamos en un momento diferente que podíamos denominar de los auto etiquetajes, esto es, que la pertenencia a grupo, tribu o colectivo determinado, conlleva generar señas de identidad que identifiquen esa condición, prendas de vestir, adornos, … detalles se convierten en un cartel que señala, esa condición y se hace motu propio.

Tiene una cierta lógica, cuando se trata de grupos que han estado prohibidos, incluso perseguidos, que al dejar ese periodo tan duro pretendan ganar un espacio en la calle y en la sociedad incrementando su visibilidad.

Cuando estas referencias identificatorias irrumpen en: el territorio, la ideología o la identidad sexual, pueden convertirse en parte del problema, especialmente en tiempos líquidos como los actuales que nos sitúan a cada uno de nosotros en una posición de conmigo o contra mí, de manera que cada una de las señas de identidad pasan a ser elementos de exclusión o enfrentamiento respecto al resto,

Aun a riesgo de auto etiquetarme como viejoven, me gustaría terminar con una propuesta, ofreciendo un consejo dirigido a todos aquellos que sientan la necesidad etiquetarse, les sugiero que lo hagan de una manera amplia, a lo grande, que utilicen carteles tolerantes en los que identificar todo aquello con lo que son compatibles, y con cuantas cosas de aquellos que no pertenecen a su tribu, podrían llegar a entenderse, a pesar de no estar absolutamente de acuerdo en todo. Seguramente abriendo los brazos, será más fácil que empecemos a caminar más juntos sin necesidad de llegar a extremos de mimetizarnos con el otro.