“¿Cuánta mentira puede tolerar la democracia? Lo que están haciendo es deteriorar la democracia, las democracias están prescindiendo de los hechos mientras creemos que los hechos que recibimos son los correctos”, afirmaba el autor del epílogo de Lo que la posverdad esconde. Medios de Comunicación y crisis de la democracia, doctor en Historia por la Universidad de Alicante José Reig, al presentar el último libro del docente y escritor Enrique Herreras.

Mentir es una inversión triunfadora. Víctimas esperanzadas, confiadas, angustiadas, cuando no ilusas, sufren la mentira en ámbitos diversos. En medios de comunicación el bombardeo de bulos y tergiversaciones es primordial para defenestra a cualquier competencia. ¿Por qué banalizar la mentira? Se advierte que una de cada diez personas miente, o lo que es lo mismo, sufre alteraciones del sistema nervioso central. En base a esto, ¿se podría dar por sentado que la humanidad está embaucada por seres poderosos con transtorno de la personalidad? Apunta Reig que el filósofo valenciano Miguel Catalán escribió el considerable número de trece tomos sobre la mentira.

¿La mentira tiene género, especie? Se argumenta que la mentira masculina es ventajista mientras la femenina se activa en función de lo sensitivo. ¡De nuevo clichés oportunistas! Falsear, desde la génesis humana, es una táctica para conseguir algo, generalmente malvado o interesado.

Aún se mantiene vigente en el recuerdo colectivo cómo se fue a pique la justificación inventada, para detonar la guerra contra Irak. Aseverada por tres mentirosos, dos de ellos confesos y un tercero, nativo del terreno, remiso a admitir el chanchullo mortal y destructor. “Yo diría que el hecho de que no se encontrasen armas de destrucción masiva no le quitó ni diez minutos de sueño (a George W. Bush, expresidente de Estados Unidos)”, declararía el jefe de grupo de inspección en la posguerra, David Kay según recoge el inventor de la serie “Bushismos”, J. Weisberg.

La naturaleza obliga a los organismos a desarrollar un forzoso utillaje de engaño para sobrevivir, procrear y alimentarse. ¿Por qué sorprenderse ante artimañas capitalistas donde empresas omnívoras, “los grandes poderes”, devoran cualquier cosa para cebarse ya que sus intestinos pueden con todo? ¿Por qué va a ser menos interesante hincarle el diente a algo tan nutritivo como los medios de comunicación? ¡Hay que devorar presas substanciosas que arrastren bocados tan enjundiosos como la opinión pública!

Que “cada uno tenga su verdad encaja con la globalización, todo es global, pero la gente vive sumergida en su burbuja” afirma Reig. Estrategias informativas manipuladoras han descastado al periodismo mostrando una desatada mitomanía tóxica. “Esto es una bomba en la línea de flotación del periodismo”.

Giovanni Papini, escritor florentino, polemista reconocido, en el capítulo Nada es cierto, todo está permitido, de su libro Un hombre acabado; da por sentado que “todo es relativo. Error aquí, verdad allí. Verdad a este lado y falsedad en aquel otro…Sentí la necesidad apostólica de liberar a los demás como me había liberado a mí mismo, con la teoría desnuda y animosa. ¿De qué modo? Fundando un periódico. Un diario con aquel mínimo de ciencia que se precisaba para derrotar los viejos tópicos y con toda la crudeza de antiidealista y de exótico que había en mí y en quienes me rodeaban.”

¿Existe realmente información de interés público? ¿Para qué público? ¿Para el adormecido, el disidente acogotado, el nihilista, el rufián, o para el sectario excluyente? Considerando que el interés público se ha convertido en una especie de transgénico manipulado por las dominantes y auténticas jerarquías económicas, ¿qué criterio puede prevalecer a la hora de informar? ¿Información? ¿Quién está aleccionado para distinguir la verdad informativa cuando una lluvia de falaces meteoritos destruye a marchas forzadas el análisis crítico colectivo?

Mentir también se miente por omisión. ¿Qué decir de silencios dictatoriales? ¿De la desaparición de archivos o su no divulgación hasta pasado medio siglo tras otro medio bajo llave? ¿Cómo sobreviven a temibles tramas quienes descubren verdades en B? ¿Qué entienden algunas entidades togadas por verdad? ¿Lo probado? ¿Lo que interesa? ¿Lo más acorde a lo establecido? ¿Lo que cuenta con respaldo? “Todos los agentes están haciendo fake new (noticias engañosas difundidas)” y en antagonismo “han entrado los guerrilleros de la verdad que desmienten los bulos que otros generan”.

¿Quién gana con el revoltijo informativo? “El objeto es desconectar al público de la prensa”.

“Si criticamos Europa, al final no tendremos Europa, estamos en el quejismo, es necesaria una época en positivo, apoyar un periodismo serio”. Herreras, con una curtida trayectoria de colaboraciones en medios informativos, es quien así habla. “¿La posverdad es diferente a la mentira?” se pregunta. “Somos transmisores de posverdad” afirma este admirador del dramaturgo alemán Bertolt Bretch. Accedemos a la comunicación masiva desde un aparato plenamente agitador como es el teléfono móvil posibilitando el acceso, transmisión y generación de noticias. ¡Cuidado con el engañoso gran hermano que atrofia realidades y no te suelta! Y que “mete a la gente en burbujas” señala Reig.

Estudios antropológicos descubren la mentira por doquier. Marvin Harris, estadounidense creador del materialismo cultural, en Bueno para comer, realizó un arduo estudio sobre la humanidad y sus usos alimentarios. Llegado al capítulo sobre el imperioso consumo de carne en el pueblo sharanahua de la selva del Perú oriental, escribiría. “están continuamente preocupados por el problema de la carne; hombres, mujeres y niños pasan un tiempo exagerado hablando de ésta, planeando visitas a casas donde la hay y contando mentiras acerca de la que tienen en la suya”. Este autor cita la falsedad en dichos populares como el de: “sudar como un cerdo”. Tal “expresión no tiene fundamento anatómico. Los cerdos no pueden sudar, carecen de glándulas sudoríparas (los humanos son, en realidad, los animales que más sudan)”. También en los denominados textos sagrados existe la posverdad (mentira emotiva). El mismo autor señala que Bodenheimer, entomólogo israelí de origen alemán, pionero en el estudio del apetito humano por los insectos, demostró que “el maná celestial del Antiguo Testamento era una excreción cristalizada del azúcar excedente de una especie de insecto escamoso que habita en la península del Sinaí”.

“Opinar está de moda” afirma Herreras. Y, por supuesto, ¡mentir y posverdad!

“Cuando escribía un artículo pensaba que iba a cambiar el mundo”. Cualquier persona creativa ajustada a su naturaleza cavila lo mismo hasta que el recorrido de expectativas frena de sopetón.

Ana Noguera hizo de introductora al acto en la sala Museo 1 de los Jardines de Viveros. Entre otras cosas, resaltaba la “fragilidad actual de la verdad”, sobre todo en el periodismo, cuya “obligación de contar la verdad” es inherente a la profesión. Pero… ¿qué verdad? ¿La de cada cuál, la del capital, la del delincuente económico, la de los países poderosos, la de la política, la de las religiones? ¿Qué verdad? Hechos fehacientes deberían ser realmente los contenidos a noticiar y así “generar la capacidad crítica”.

Volviendo al intransigente autor testimonial de la primera mitad del siglo veinte Giovanni Papini, evocar una de sus tesis en la ya citada obra autobiográfica: “Las cáscaras, las cortezas, las envolturas, las máscaras son -lo sé, lo sé muy bien también yo- nada más que cáscaras, cortezas, envolturas y máscaras”.