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Representantes de la sociedad civil en la manifestación por la financiación de noviembre de 2017. | EDUARDO RIPOLL

a vuelapluma

Alfons Garcia

El hilo y los sueños

Ya no persigo sueños rotos. Los he cosido con el hilo de tus ojos». Es extraño cuando unas frases que han sido para ti como un señuelo de vida se convierten en himno de muchos. La cultura de masas es eso: crees que eres de los pocos que escucha una canción vieja de Los Secretos y un día te das cuenta de que suena en los balcones como vía de unión en uno de los peores momentos vividos como colectivo.

Los valencianos tenemos un máster en sueños rotos. Nos cuesta encontrar hilo de costura, además. No sé si hay otros lugares donde proliferen tanto los proyectos provisionales, pero aquí estamos tan habituados que, cuando se presenta algo nuevo como transitorio, ya sabemos lo que va a pasar. Algo quiere decir sobre nuestra relación íntima con lo inestable. Las bases de la Copa del América en el puerto de València eran efímeras. Eso se dijo. ¿Y cuántas van de la estación Joaquín Sorolla, otra obra provisional?

El problema de la financiación autonómica hoy no es el dinero que el Gobierno envía a la C. Valenciana, sino la provisionalidad, la falta de seguridad de que siga llegando. El problema también es la falta de certidumbre sobre lo que sucederá con la deuda, porque ahora el dinero que el Estado transfiere para poder tener una educación y una sanidad en los niveles de la media en España llega vía créditos en una parte importante. Esta generación no puede legar esa mochila a los que vengan detrás sin más. Y ese hatillo pesa ya 51.000 millones de deuda, que se convierten cada año en más de 7.000 millones a pagar: casi tanto como gastamos en mantener la sanidad pública valenciana. Es injusto que un territorio tenga que endeudarse y otro no dentro del mismo Estado para ofrecer los mismos servicios públicos.

Solo por este motivo ya habría razones para salir a la calle esta tarde. Y porque no podemos permitir soluciones de gracia. Necesitamos recursos ligados a derechos, no como medida transitoria. Es cierto que en los últimos años, con Pedro Sánchez y María Jesús Montero, han llegado los recursos «suficientes», pero no basta. No vale con la promesa de que seguirán llegando. La historia reciente enseña que todo es cada vez más cambiante y acelerado. Llevamos dos grandes crisis en de una década, hemos visto mociones de censura consumadas, políticos que suben como la espuma y desaparecen en menos de cinco años (Albert Rivera y Pablo Iglesias, por ejemplo) y, si miramos fuera, hemos visto hasta cómo los villanos tomaban las instituciones de EE UU (por las urnas y por la fuerza), de todo hemos visto. Así que la voluntad de aportar los recursos «necesarios» se tiene en consideración, porque lo de ahora no es lo mismo que el trato en el pasado, pero no basta.

La financiación autonómica parece un concepto difuso, pero se resume en sanidad, educación y atención social. Eso hay detrás. Simple. La financiación no puede ser otro sueño roto, otra víctima inocente entre cuitas políticas. Hemos encontrado el hilo de la unidad y sería provechoso estirar de él, porque proyecta seguridad y solvencia. Es importante hoy que nos miren y demostrar que no se aceptan apaños, que los valencianos no pueden esperar más. La aparición de Carlos Mazón en escena ya ha tenido una consecuencia positiva: el PP está en esta empresa. Su predecesora no acabó de dar el paso. Hace cuatro años, en la misma manifestación por los mismos motivos, cuando gobernaban Rajoy y Montoro, el PP valenciano no estuvo. Hoy, cuando en España gobiernan PSOE y Unidas Podemos, Ximo Puig y Héctor Illueca estarán en la manifestación. Por poner las cosas en su sitio. A veces, los antecedentes se olvidan y todo se confunde en un magma de declaraciones altisonantes. Que hoy estén todos es un avance como proyecto colectivo.

Es verdad que el contexto político es muy complicado, con la sociedad preocupada por una pandemia que no se va, con mayorías frágiles en los parlamentos e intereses opuestos entre autonomías de un mismo color. Pero es una razón más para estar en la calle, porque cada día urge más una solución, porque sin un escudo económico sólido estaremos más expuestos a los brotes de ira social que empiezan a verse en otros territorios y porque la dificultad no puede ser el último argumento para los sueños rotos.

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