Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La misa, por las mujeres

Me fui muy joven del pueblo y nunca fui capaz de tener una conversación de mujer a mujer con mi madre. Mi hermana Encarna, que estuvo a su lado, me cuenta que ella hubiera sido feliz sin casarse. Tuvo una vida perra. Se le murieron dos niños. Parió a otra en una cuadra, donde convivían miserablemente familias de inmigrantes que llegaban a la costa expulsados por las pedrizas o la sed de una tierra estéril. Rechazados ya entonces. Con mi padre enfermo, llegó a deber el pan de sus hijas a la caridad ajena y sus manos de sirvienta raspaban como lija. Tuvo que sacar a las mayores de la escuela y lloró por ellas, porque no pudo darles los estudios que también fueron su sueño frustrado. Estaba a punto de empezarlos cuando la guerra y la derrota se lo quitaron todo. La hacienda, la esperanza y el futuro que debió ser. Mi madre deseó haber nacido hombre, nos confesó alguna vez, para viajar sin permiso, para tener más oportunidades de aprender y trabajar, para decidir..., y a cambio sería alabada por convertirse en una de esas miles de abuelas nuestras que lo han dado todo por sus familias sin derecho a habitación propia. Mujeres a las que nadie les preguntó qué quisieron ellas. Mujeres a las que el franquismo robó la oportunidad de otra vida. Pienso en mi madre y no me escandaliza tanto que el líder del PP se «equivoque» de memoria y «honre» con su presencia la del dictador como que aquí ésta todavía se siga glorificando hoy impunemente. Las misas al verdugo.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.