Vitalísimo, entusiasta, un vanidoso entregado, un hombre siempre dispuesto a actuar con rigor, un predicador de la palabra, ya fuera en la prensa o en la tele, metido en el libro por los versos y la prosa.

Afanado en la política, de una a otra torre, traspasando siempre los territorios académicos y la elocuencia compartida con unos y con otros.

Ricardo Bellveser fue periodista y escritor y en el territorio del sueño se instaló por dentro y por fuera, recibiendo a los suyos con atención y disparando a veces las liturgias políticas con atenciones variadas.

Ricardo fue un activista separado de unas u otras montañas. O elevado lo mismo con paciencia que con extremada euforia, lo mismo desde su poderío permanente que desde las emociones y las palabras.

El amor le fue propicio en la emoción con Julia y con sus hijos y atento fue con semejantes criaturas.

Desde su casa abrió lo mismo a escritores que a artistas y en esa su mansión acogió a tantos de ellos, a los que siempre mantuvo con gusto y emoción.

Hace más de un mes lo vi en el teatro y en la calle. Y en el escenario me entregó toda su generosidad.

Maldita despedida, querido Ricardo. No has podido perderte con la vida.