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Las empresas y la despoblación valenciana

Durante los últimos años ha aumentado la concienciación del significado que ha ido adquiriendo la despoblación en España y, en particular, en la Comunitat Valenciana. Más de 150 pueblos de nuestro territorio padecen en la actualidad los efectos de un proceso territorial de abandono, continuado en el tiempo, que al menos se remonta a los años 50 del siglo pasado, cuando no al final del siglo XIX.

Las administraciones públicas en sus diferentes escalas territoriales han introducido en sus respectivas agendas acciones concretas que pretenden combatir ese fenómeno, que ha dado lugar a (muy) bajas densidades demográficas y a procesos de envejecimiento prácticamente irreversibles. Así, la Comisión Europea, el Gobierno de España, la Generalitat Valenciana o las Diputaciones, han ido asumiendo la necesidad de adoptar políticas que tengan como destino último la recuperación demográfica, o al menos, detener el despoblamiento. Como referencias más próximas hallamos la existencia del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, o la Agenda Valenciana Antidespoblament-AVANT de la Generalitat.

¿Qué se puede hacer para combatir la despoblación y el despoblamiento? Como se recoge en el documento «Estrategia Avant 2020-2030, Plan Estratégico Valenciano Antidespoblamiento», impulsado por la Generalitat Valenciana y dirigido desde la Universitat de València, la complejidad es enorme; los procesos a tratar, numerosos; los escenarios de posible éxito, escasos. En ese contexto algunos requisitos son incuestionables, aunque no suficientes para lograr el resultado deseado, la recuperación demográfica. Nos referimos, en particular, a la existencia de empresas y al valor que adquieren en territorios en proceso de despoblación, en su calidad de componente esencial del desarrollo local-rural.

Las empresas son elementos básicos en el sistema económico local, son fundamentales para el propio desarrollo territorial. Son motores del empleo local, son piezas insustituibles en el puzle que configura el mercado laboral de un territorio. Permiten la innovación. Contribuyen a la aparición de redes locales. Movilizan recursos del propio territorio, y tienen la capacidad de elaborar productos de base local. De manera que podemos afirmar que no hay desarrollo territorial sin empresas, sobre todo si son tractoras.

Si consideramos los factores que condicionan la localización de las empresas valencianas, las cuales en su gran mayoría son pyme, llama la atención que además de los criterios estrictamente económicos, influyen otros que obedecen a distintas razones. Así se ha demostrado que, junto con factores como la disponibilidad de suelo equipado y suficiente, el precio competitivo del mismo, una adecuada accesibilidad, o la existencia de recursos varios, tanto humanos como materias primas, se consideran otros vinculados a una «lógica emocional»: la vinculación del empresario con el territorio, su compromiso con él. De manera que hay empresas localizadas en determinados territorios no por sus ventajas competitivas sino por el sentimiento de pertenencia y la relación entre el empresariado y su lugar de relaciones habituales («su pueblo, su comarca»). Una gran parte de las empresas del medio rural obedecen a iniciativas locales.

Es un hecho que las empresas están destinadas a ser organizaciones insustituibles en el desarrollo de los territorios en proceso de despoblación. Forman parte de la respuesta a la cuestión que planteábamos al principio, ¿qué hacer para combatir la despoblación? Consecuentemente, abogamos por el fomento del emprendedurismo, por la creación de empresas en los territorios en proceso de despoblación.

Las empresas en el medio rural son un eslabón imprescindible en sus respectivos sistemas económicos locales. Junto con los ayuntamientos, son entidades que generan empleo local («contratan a sus vecinos»), facilitan el asentamiento de la población, generan una parte de la riqueza, contribuyen al mantenimiento del ecosistema económico, y son promotoras de procesos de innovación. En cierta medida, la responsabilidad social de las empresas en el medio rural es más visible y su papel en su entorno territorial más determinante.

Sin embargo, es común en esos territorios hallar, por una parte, un tejido empresarial débil, y por otra, un déficit generalizado de emprendedores, debido al continuo éxodo rural, a la dependencia y a la subsidiariedad de los espacios urbanos. De ahí que sean necesarias políticas dirigidas al apoyo a empresas tradicionales, al impulso de nuevas empresas, a la incorporación de la digitalización en los procesos tanto productivos como comerciales, a la creación y adaptación de suelo apto capaz de acoger empresas con los actuales requerimientos técnicos, y a fórmulas empresariales arraigadas al territorio, como es el caso del cooperativismo.

Con todo, la despoblación se combate mediante una estrategia global e integral, en donde debe adquirir protagonismo el desarrollo sostenible, que responde a la dimensión económica, medioambiental, cultural y social; el desarrollo territorial cimentado en los recursos propios, en las redes y en la innovación empresariales; los liderazgos locales de los ayuntamientos, del empresariado y otras organizaciones; y prestando particular atención a las singularidades del territorio, de los lugares, de las comarcas. Y con suficiente tiempo como para obtener los resultados deseados tras la aplicación de esas políticas.

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