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TRIBUNA

Ana Moner

¿Para qué la mediación?

A estas alturas, todo el mundo debería saber qué es la mediación, y no sólo saberlo, sino utilizarla, pero, por desgracia, la realidad no es esa. Aún hay muchas personas que la desconocen, que la confunden con otras formas de resolver las controversias, incluso que la menosprecian.

La mediación es un procedimiento en el que las personas implicadas en una controversia intentan alcanzar, de manera voluntaria y por sí mismas, un acuerdo satisfactorio, con la asistencia de una persona mediadora profesional.

Pero no es una negociación, donde no existe esa tercera persona mediadora; ni es una conciliación, donde el tercero conciliador propone posibles acuerdos; ni es arbitraje, donde el tercero, llamado árbitro, impone la solución, como si fuese un juicio. A diferencia de estas figuras, la persona mediadora intenta que se restablezca el diálogo que se ha roto o donde nunca ha existido, pero los acuerdos los alcanzan las personas involucradas en la controversia, nadie se lo impone, ni se lo propone.

Por supuesto que es importante conseguir acuerdos, pero en la mediación es más importante el camino que los acuerdos, porque se trata de restablecer el diálogo. Es crear una cultura nueva, la cultura de la paz, donde las controversias se resuelven a través del diálogo, como todas deberían resolverse.

Y la mediación sirve para resolver cualquier tipo de controversia, en cualquier materia. Pero eso no quiere decir que siempre vaya a resolverlas, aunque sí intentarlo, hasta en materia penal, como se demostró con los acuerdos conseguidos entre etarras arrepentidos y sus víctimas.

Recientemente saltaba a los medios la noticia de que 20 de los 190 miembros de ETA recluidos en cárceles españolas solicitaron participar en los talleres de justicia restaurativa, puestos en marcha por Instituciones Penitenciarias para que los condenados se sienten cara a cara con sus víctimas y les pidan perdón. El objetivo, a semejanza de los 14 encuentros celebrados hasta 2012 con reclusos arrepentidos de la organización terrorista acogidos a la llamada vía Nanclares, es que las víctimas consigan una reparación, al menos simbólica, por el daño sufrido y, a la vez, facilitar la reinserción de los presos haciéndoles conscientes del dolor que han causado. Lógicamente, utilizando herramientas que los mediadores profesionales estudiamos y practicamos.

La llamada vía Nanclares supuso que miembros de ETA reconocieran el daño causado a las víctimas y que la violencia no debió usarse jamás para alcanzar fines políticos. Y se consiguió después de muchos años de trabajo, por mediadores profesionales, a través del diálogo.

En la justicia restaurativa o reparadora, lo importante es la persona, la víctima, no el Estado. La respuesta que pretende es de encuentro, principalmente entre víctima y ofensor, y después de tolerancia.

La cultura de la paz supone un esfuerzo generalizado de todos para modificar mentalidades y actitudes, transformando los conflictos, previniéndolos y restaurando la paz y la confianza. Forjar una cultura de paz es hacer que los niños y los adultos comprendan y respeten la libertad, justicia, democracia, derechos humanos, tolerancia, igualdad y solidaridad. Implica un rechazo colectivo de la violencia y disponer de los medios y voluntad de participar en el desarrollo de la sociedad, compartiendo, escuchando para comprender, defendiendo la libertad de expresión y la «diversidad cultural», priorizando el «diálogo».

En sucesos violentos de un país, con crímenes de lesa humanidad, como, por ejemplo, los ocurridos en El Salvador, no hay que olvidar preguntarse por qué ocurrieron y qué debe cambiar en la vida común de sus ciudadanos para que tales sucesos no tengan la posibilidad de repetirse lo que «nunca debió acontecer». De ahí que Fundación por la Justicia interviniese con una misión ética, primer paso para obtener una reconciliación entre sus ciudadanos, en un período transicional de retorno a la democracia y fortalecimiento de la legalidad institucional, bases necesarias para recuperar los derechos de todos y la dignidad de las personas.

El día Europeo de la Mediación se celebra hoy, 21 de enero, para conmemorar la aprobación del primer texto legislativo de mediación europeo: la Recomendación sobre Mediación Familiar, aprobada en 1998.

Los que creemos y apostamos por la mediación como medio para conseguir una cultura de la paz, y con independencia de la burocratización que las normas generan, tenemos la esperanza de que esta cultura llegue y se normalice institucionalmente. Es cuestión de tiempo y de madurar como sociedad.

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