Es cáncer. Estas dos palabras caen como un jarro de agua fría sobre ti. No puede ser, piensas, pero sabes que sí lo es, que no hay marcha atrás. Lo notas en los ojos de la oncóloga que, con todo el cariño del mundo, trata de serenarte. Ahora «tenemos el nombre pero hay que ponerle los apellidos». Esa frase se graba a fuego en tu mente y no se olvida, una manera de explicar una realidad a la que cualquier persona que haya pasado por esta situación se ha de enfrentar. Hay más de 200 tipos diferentes de cánceres, a los que se une la casuística y la situación personal de cada paciente, por lo que comparar casos o referenciar situaciones de otros es un absurdo que no hace más que abrumar al enfermo, pero de eso no te das cuenta hasta que lo sufres en tus propias carnes. Tu cabeza no para de pensar, de dar vueltas, y de preguntarse en qué parte de la estadística estarás tú. Los famosos porcentajes.

Un amigo, con mejor sentido del humor que el mío, nos decía si no conocíamos a nadie que se hubiera muerto de cáncer, porque todas las personas intentamos animar enumerando a los amigos, familiares y conocidos que se han curado de cáncer pero omitimos los que han fallecido. Por la cabeza de una, sin embargo, pasan todas las personas que esta enfermedad se ha llevado, de todas las edades. Y tu pensamiento está con ellos.

El cáncer no es una gripe estacional ni la Covid, por lo que rebajar la gravedad de la situación en los ánimos nada ayuda al paciente. Si no se sabe qué decir, lo mejor es decir la verdad «no sé qué decirte». Decir la verdad siempre es lo más importante. No hay frases ingeniosas que el enfermo espere en esos momentos. El apoyo se puede mostrar de muchas maneras. Desde acompañar a la persona enferma en sus tratamientos hospitalarios, salir a caminar con ella, compartir un libro, hacerle la comida que le gusta, ayudar con la logística de la casa, sacarle una sonrisa o, simplemente, emocionarle recordando alguna anécdota.

También la pandemia de la Covid ha perjudicado al apoyo de los pacientes oncológicos. El miedo al contagio, a que el virus agrave la situación de cada uno, nos ha obligado a reducir los contactos sociales, la vitamina afectiva necesaria.

800 personas son diagnosticadas diariamente en España de esta enfermedad, 70 de ellas en la Comunitat Valenciana. El año 2021 acabó con 276.239 casos confirmados en el estado español. El cáncer es una de las enfermedades con mayor impacto sobre la salud de la población de la Comunitat Valenciana, tal como ocurre en los países de nuestro entorno. La vigilancia y el diagnóstico precoz son fundamentales.

Uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres padecerán cáncer a lo largo de su vida. Los resultados de la biopsia son un spoiler para el que no estamos preparadas. La vida es finita y no importa la edad que tengas, en cualquier momento te puede tocar. Da igual que hayas intentado sortear los factores de riesgo que, gracias a la investigación científica, parece ser que influyen en la aparición de algunos tumores (tabaquismo, alcoholismo, protección solar, una mala alimentación, anticonceptivos orales, sedentarismo…) o incluso que hayas practicado otros que, parece, reducen su aparición, como amamantar a tus hijos durante sus primeros seis meses de vida. Te puede tocar, y cuando menos te lo esperas. Y lo peor, para una persona racional, es que no hay explicación. Oncólogos y oncólogas no te dicen cuál es la causa, si no entras dentro de la casuística estadística de los factores de riesgo establecidos. La acumulación de múltiples causas tiene ese resultado, pero la combinación de los factores depende de cada persona y es intransferible a otra.

El documento «Estrategia contra el cáncer de la Comunitat Valenciana 2019-2022» de la Generalitat Valenciana habla de que una carencia en el modelo actual y a la que se debe prestar atención es la de promover el soporte emocional de todo el personal sanitario que atiende a las personas diagnosticadas de cáncer, potenciando las habilidades de comunicación. Aunque estas carencias comunicativas a las que alude el informe se ven agravadas enormemente en la propia sociedad y en los medios de comunicación. El cáncer continúa siendo un tema tabú, una palabra maldita de la que se huye con subterfugios, como el tristemente famoso «ha muerto después de una larga enfermedad». Esto hace que la persona enferma sienta agravada su situación, al enfrentarse con los miedos y los tabús sociales. Además, en el cáncer no hay vencedores ni vencidos. Hay simplemente enfermos. Como los de cualquier patología. El lenguaje bélico y la sobrecarga de responsabilidad en la recuperación, puede no ser bien encajada y provocar justo el efecto contrario.

Oncólogas y oncólogos insisten en la importancia de hacer un buen diagnóstico y la detección en estadios tempranos. Existen circuitos pagados con dinero público para ello, tanto en los hospitales como en centros con convenios. Es importante conocerlos y acudir a las revisiones programadas. Confiemos en los protocolos sanitarios, en la ciencia y en el personal de las unidades oncológicas cuya calidad humana y profesional te sobrecoge. Las células cancerígenas son egoístas, rápidas y viajeras, por lo que acabar con ellas es la tarea a la que debemos entregar nuestro cuerpo.