El pensamiento está tan fijo en el futuro inmediato que hemos relegado a segundo plano nuestro escenario en el indagar sobre una supuesta prevaricación o trato de favor ha convertido al líder de la oposición en un pelele de feria abatido por disparos de quienes unas horas antes le arropaban. Es el final de quien accedió al poder sin más motivos que eliminar a su contrincante, no supo liderarlo, su único discurso serio en el Parlamento fue el de su despedida y dejó de ser útil a quienes le votaron. Una lección que debemos aprender, especialmente aquellos que inician una nueva etapa de su vida política y sabiendo que el camino no puede recorrerse en soledad han de ser muy cautos al buscar la compañía porque nada es tan susceptible de erosión como los amigos pasajeros y los supuestamente incondicionales.

Hay que echar la vista atrás y tener en cuenta la condiciones concurrentes en la elección de los líderes, entre ellas, la vinculación a la ideología y la total independencia de personas o grupos que pretendan controlar sus actos. Ambas se han dado en el recientemente elegido Secretario General de los Socialistas valencianos. De probada solvencia personal y gestora, al frente de unas bases que exigen el mantenimiento de la democracia interna y rechazan las amigables componendas en la oscuridad de los pasillos, en que la libertad de elegir se guíe en una sola dirección, con su nombre y apellido, y no admite que se quiebren voluntades de servicio a la causa política a pretexto de la apariencia de unidad del Partido. Competir no es ser enemigos; al contrario, demuestra que la legitimidad para aspirar a un cargo proviene de las cualidades de más de un candidato; y su elección corresponde únicamente a las Asambleas. «Somos tanto como vos y todos junto más que vos…» Mucho costó conseguir unas alecciones primarias y nadie quiere convertirlas en una ficción. Los aciertos compartidos se disfrutan entre todos y los errores que surgen de una decisión común o mayoritaria, jamás provocan el señalamiento de un culpable. Fernández Bielsa es un hombre inteligente y experimentado, sabrá reconocer que los riesgos de las apuestas por encima de las posibilidades provocan la ruina y no elevar sus preferencias hasta elevar a los preferidos por encima de su potencial.

Como Alcalde de Mislata ha convertido a esta ciudad en la que muchos quisiéramos y es actor y destinatario de la problemática común que afecta a los grandes municipios que rodean la metrópoli, aunque, una mayor reflexión, le conduciría a rechazar sus quimeras del pasado cuando el centralismo controlaba la ordenación territorial y urbana a través de dos organismos: Las Diputaciones Provinciales, surgidas de las Cortes de Cádiz como órgano dependiente del Estado para controlar la acción de los Ayuntamientos y, reconocidas legalmente las áreas metropolitanas, la Corporación Administrativa Gran Valencia. Esta última fue el órgano gestor de los treinta municipios de su ámbito y la Diputación desarrolló un ingente trabajo con el arquitecto Alberto Peñín a la cabeza, para que todos nuestros núcleos dispusieran de un documento básico regulador de todo su suelo hasta que la Ley Fundamental de 1978 y el Estatuto de Autonomía de la CC.VV. reconocieron la competencia de los ayuntamientos para la planificación de su futuro desarrollo. En consecuencia, se adoptaron dos medidas importantes: La derogación de la Ley de creación de la Gran Valencia y la promulgación de las Normas de Coordinación Metropolitana que abordaron las interdependencias históricas y los problemas de colindancia. Todo pudo quedarse así; sin embargo, un enfoque erróneo de la proyección sobre las comarcas, como realidad sociocultural y económica incuestionable, inspiró la creación de las Asesorías Comarcales y del Consell Metropolitá de L´Horta. Las primeras resultaron tan ineficaces que la Presidencia de la Diputación las hizo desaparecer de un plumazo a la vez que los asesores se convirtieron en funcionarios sin observación mínima de las normas de acceso a la función pública. El Consell Metropolità de l´Horta, operando sobre el antiguo ámbito de la Gran Valencia, demostró su inoperancia e inutilidad, se le redujeron las funciones asignadas en su Ley de Creación y finalmente la Ley 4/1995 declaró su abolición a la vista de su alto costo y la nulidad de su rendimiento.

Todos sabemos que en la Administración sobra gente y faltan funcionarios de carrera porque los procesos selectivos, cuando se producen, son harto defectuosos y la asignación de plazas carece de todo rigor. Y no se entendería que el cuerpo de secretarios municipales y los licenciados de su plantilla sean incapaces de prestarles el asesoramiento debido. Mucho menos que los alcaldes y concejales sean incapaces de entenderse en una mesa de diálogo. Por eso no se entendería que se creará un nuevo ente, el bien extinto C.M.H. con el consabido despilfarro en locales, servicios y personal que supondría un buen menoscabo a las arcas públicas. Es posible, no obstante, que requieran de una sede permanente para tratamiento de sus particularidades pero, en este caso, lo tienen fácil y a su alcance. Por si falta algo, sería gratuito. Nos referimos a la Diputación Provincial de Valencia.

Las Dipus han sido siempre cuestionadas, incluso por su actual Presidente, Toni Gaspar, que, sin embargo, en cuanto tomó posesión empuñó las riendas de la institución, sacudió las alfombras, se empapó de las competencias que le atribuía la Ley 27/2013 de racionalización y sostenibilidad de los servicios públicos y, sencillamente, se limitó a su pleno ejercicio consiguiendo lo que un amigo mío dijo al acceder a un alto cargo: «Cuanto mejor lo haga menos hablaréis de mí». Y, efectivamente, la permanencia de las Diputaciones ya no forma parte de los diálogos. Sus leyes reguladoras no excluyen que su atención primordial a los municipios de escasa población y recursos económicos, es más, autoriza expresamente, que preste ayuda económica y técnica a cualquier Ayuntamiento que lo solicite.

Las normas procedimentales propugnan la colaboración entre las Administraciones Públicas y sería una buena forma de aplicarla. No parece que las tareas expansivas que está llevando a cabo su Presidente provoquen una respuesta negativa, al contrario, sería la primera vez, desde la democracia, que la Diputación pudiera dar muestras de su potencial.