En los países en los que la máxima autoridad del Estado es detentada por un monarca, los ciudadanos no tenemos la oportunidad de elegirlo ni renovarlo periódicamente. Esa opción democrática la pueden ejercitar en cambio en los Estados republicanos, siendo ésta una diferencia esencial entre los dos sistemas de gobierno.

Nuestros vecinos del norte de los Pirineos están viviendo desde hace varios meses uno de los períodos apasionantes de la vida democrática, la campaña electoral para elegir nuevo presidente o, en esta ocasión, poder reafirmar en el puesto a quien ha ocupado el cargo durante el último quinquenio: Emmanuel Macron. Sostiene la prestigiosa redactora y tertuliana Françoise Fressoz que el debate en la campaña presidencial es el único momento en la vida política francesa durante el cual se deciden y se trazan las perspectivas del país para los cinco años venideros.

Flotando entre las olas profundas de la pandemia del Covid, (uno de cuyos hechos más remarcables fue la aprobación por la Asamblea del “certificado de vacunación” que acompañado de unas inoportunas y provocadoras palabras del presidente Macrón, revelando que iba a “emmerder”, incordiar, a los que rechazan las vacunas, lo cual desató una cadena de amenazas y violencia contra los diputados emisores de los votos favorables y contra otros cargos representativos), la situación de sus soldados en África subsahariana luchando contra las milicias yihadistas que allí pretenden echar raíces, y especialmente ahora ante la guerra de Ucrania, (que va a transtornar todo el desarrollo de la campaña electoral, otorgando a juicio de los émulos candidatos una importante ventaja a quien en estos momentos conduce la diplomacia, es jefe de los ejércitos, construye o desteje las alianzas del país, el actual presidente y a la vez el más firme pretendiente a ocupar de nuevo el sillón, quien por otra parte deberá dedicar más atención al desempeño de las funciones que sigue ejerciendo que a los mítines, debates y actos electorales en general. “Una campaña sin debate tendría como efecto un elegido sin poder, sin mandato”, expresaba una figura de la actual oposición, del partido Los Republicanos).

En esta primera aproximación nos vamos a centrar en algunos rasgos del sistema y en el camino que conduce al Elíseo, palacio parisino sede de la presidencia de la República.

En Francia el presidente o la presidenta son elegidos cada cinco años por mayoría, a través del sufragio universal, mediante escrutinio uninominal, (solo se vota a una persona), a dos vueltas. Lo cual significa que si un candidato obtiene la mayoría absoluta en la primera oportunidad, más del 50% de los votos, es proclamado desde ese momento presidente; en caso contrario se realiza una nueva votación, segunda vuelta o “ballottage”, en la que participan únicamente los dospostulantes que han obtenido más sufragios en la primera, resultando vencedor en ésta aquel que supera al contrincante en número de papeletas. La duración del mandato es un lustro y el elegido sólo podrá presentarse de nuevo una vez más.

¿Cuales son las fechas marco para cada actuación, el calendario electoral?

-En el otoño de 2021 se produjo la designación de la mayor parte de los candidatos.

Hasta una fecha límite cada aspirante es libre de dar a conocer su propósito cuando lo desee.

En el presente, de los principales, los que pueden albergar más o menos esperanzas reales de ser elegidos, el de los Verdes, Yannich Jadot, lo hizo en septiembre, (tras resultar vencedor en las primarias de su grupo), la del partido socialista, Anne Hidalgo, en octubre, la del partido Los Republicanos, Valeríe Pecresse, en diciembre, Eric Zemmour, Reconquista, (extrema derecha), en noviembre. Otros lo habían anunciado ya bastante tiempo antes, como Marine Le Pen y Jean-Luc Melanchon,(extremas derecha e izquierda respectivamente), y el presidente actual, Emmanuel Macrón, ha esperado hasta el final, el postrer día, hoy, cuatro de marzo; su actividad febril en las úlimas semanas, por la situación bélica en centro Europa le ha impedido hacerlo antes. La data límite para inscribirse en las listas es el sexto viernes precedente al día del primer escrutinio, en la actual convocatoria el 4 de marzo de 2022. También hasta esta fecha cada candidato habrá de presentar la firma de al menos 500 avales, “parrenages”, obtenidos entre los alcaldes, diputados de la Asamblea o del Parlamento Europeo, senadores, consejeros regionales y departamentales, etc; asimismo están obligados a entregar una declaración de su situación patrimonial, de intereses y de actividades.

- El 8 de marzo de 2022. En esta fecha el presidente del Consejo Constitucional, cargo que en este momento ostenta el socialista Laurent Fabius -quien fue primer ministro con François Mitterrand, luego ministro con François Holland y presidente de la Asamblea, entre otros destacados cargos-, proclamará la lista definitiva de los pretendientes que cumplen los requisitos.

- El 28 de marzo de 2022 será el momento de inicio de la campaña oficial, dos semanas antes del primer turno del escrutinio. Si bien en la práctica la actividad de los aspirantes para darse a conocer, exponer sus propuestas, reclamar el voto de los ciudadanos, viene desarrollándose desde el inicio del otoño de 2021, a medida que los aspirantes primero, candidatos oficiales después, iban anunciando su decisión de concurrir.

- El 10 de abril de 2022 tendrá lugar la votación, primer turno de la elección del presidente.

No obstante, algunos departamentos de ultramar: Guadalupe, Martinica, Guayana, la Polinesia francesa…, votarán el sábado 9 de abril, por su desfase horario con respecto a París.

- El 24 de abril de 2022 se desarrollará el segundo turno de la elección presidencial.

Contrastados los pronósticos de las encuestas hasta estos momentos, deberá celebrarse ese segundo acto, dado que todos los participantes están muy lejos de aproximarse y menos de superar el 50 % de los votos en la primera fase.

- El 13 de mayo de 2022 se convierte en la fecha límite para el traslado de poderes del actual al nuevo presidente, cese del anterior y entrada en funciones del nuevo magnate electo.

-El 24 de junio de 2022 se constituye en fecha tope para depositar las cuentas de la campaña. Cada pretendiente debió nombrar al inicio, a partir del 1 de julio de 2022, un mandatario financiero, persona física o jurídica, responsable de los gastos de campaña. Al final, esas cuentas han de remitirse al Consejo constitucional que dispondrá de seis meses para verificar la validez de las mismas y a su vez servirá de base para determinar las cantidades a reembolsar por el Estado.

Todos los electores franceses pueden ser candidatos a presidente, sin embargo, para evitar que el número de los mismos sea irracionalmente elevado, lo cual crearía un desconcierto y atomización de los votos recibidos, la ley ha establecido un filtro: la exigencia como mínimo de 500 avales, “parrenages”; equivalentes a poco más del 1% de los posibles, provenientes al menos de 30 departamentos administrativos del país. Son más de 48.000 las personalidades que pueden apadrinar un candidato, por lo cual ese trámite no entraña dificultad alguna para aquellos que representan a los partidos tradicionales, con implantación en todo el país, resultando en cambio un objetivo muy difícil para quienes han aparecido de improviso, de la noche a la mañana, intentando una aventura o un reto personal, sin ese respaldo institucional. En la presente situación, aspirantes como Melanchon, Zemmour, Le Pen, a los que los sondeos electorales adjudican no menos de 12 a 15 % de votos han tenido serias dificultades para conseguir ese número mínimo de respaldos; para otros, como Christine Taubira o Arnaud Montebourg, será el motivo obligado de abandonar la competición. Esta cuestión suscita controversia en cada proceso electoral, ¿es exagerado el número exigido?, -en algún otro momento fueron solo 100-. Un ejemplo nos ayudará a entender el fenómeno: imaginemos que un personaje tan querido, admirado y valorado como es en nuestro país Rafa Nadal pudiera presentarse a las elecciones presidenciales, su popularidad, su simpatía, atraería a los votantes, hasta podría catapultarlo a la máxima magistratura; sin embargo toda su excelencia con la raqueta tendría como reverso una incompetencia total para un puesto tan exigente como la presidencia de Francia. Se hace imperativo el dicho: “Zapatero a tus zapatos”.

Un peligro que sobrevuela y preocupa en el proceso es la abstención de los votantes a ejercer su derecho a visitar las urnas. La inhibición en cada proceso electoral ha ido en aumento desde hace 15 años y fue muy preocupante en los dos últimos: las segundas vueltas de las elecciones municipales de 2020 y de las regionales de junio de 2021, en esta, solo votaron el 34,69%. Lejos estamos de aquellos tiempos en los que el voto era reivindicado como un derecho ciudadano, como una cuestión de justicia, de reconocimiento de la igual dignidad de todos los humanos, por los más pobres -frente al voto censitario-, por las mujeres, por los más jóvenes... Llegados a ese nivel, oportuno será recordar que el voto es un derecho, pero también es un deber cívico. Desde finales del siglo XVIII el sufragio era una conquista, un derecho y casi un deber sagrado, votar significaba ser ciudadano, no poder hacerlo implicaba estar aislado de la comunidad ciudadana y del pueblo soberano. Nos enseña el profesor de la universidad de Lille Remi Lefebvre, reconocido especialista en este tema, que a finales del siglo XIX, bajo el impulso de los movimientos obreros, el voto se politizó, los obreros hacían de la elección un mecanismo de subversión política. Hoy, en cambio, se observa un fenómeno muy fuerte de despolitización de los comicios, causado -mantiene el experto- por la multiplicación de las “alternancias sin alternativas”. Se instala la idea que las elecciones no cambian las cosas. Este pensamiento se acentúa en Francia, según sostiene el estudioso, desde la elección del presidente de la república por sufragio universal, que fue introducida por el general De Gaulle, con la opinión en contra de todos los partidos, especialmente los de izquierdas, conscientes de que no los favorecía, porque su efecto inmediato es que desplaza la elección desde el terreno de las ideas al de la personalidad, se prefiere a un candidato no por sus ideas sino por la imagen que ofrece. Opina el eminente profesor que “Desde 1958 la elección presidencial ha, literalmente, devorado el sistema político: ha hurtado su importancia, su peso y su significación a todas las demás elecciones”. Los electores hoy se acercan a las urnas menos para “elegir” que para “des-elegir” a sus representantes. La opción se transforma en sanción; la denomina el pensador “democracia negativa”, los electores no votan “por” fulano, sino “contra” fulano, todo lo cual explicaría, entre otras cosas, las altas tasas de abstención.