Ya hace algunos años que Marc Prensky dividió la población educativa en inmigrantes y nativos digitales. Con esta categorización quiso señalar que las generaciones actuales nacen inmersas en las nuevas tecnologías y saben navegar por internet con naturalidad y facilidad. Desde entonces estas dos etiquetas sirven para ubicarnos en un mundo globalizado e interconectado mediante web, blog o wikis. Ahora bien, ser nativo digital y saber desenvolverse en una «sociedad red» implica tener mayores oportunidades para acceder a la información, al empleo y a la movilidad social. Con estos mimbres la desigualdad en el acceso a internet y las TIC se presentaba como si fuera unicamente una cuestión generacional, ignorándose las peculiaridades de género que implicaba. En este sentido, se acaba de hacer público el Informe Técnico 2021 realizado por el equipo que dirige Silvia Rueda Pascual desde la Cátedra de Brecha Digital de Género de la Universitat de València. Esta investigación destaca que la desigualdad digital es transversal y afecta a todo el mundo con especial incidencia entre las personas mayores de bajos recursos económicos, pero además incide en el género como un factor de exclusión social que ha sido omitido durante mucho tiempo en el ámbito de la digitalización. Lo preocupante es que se sigue creyendo que entre la población joven no existe brecha digital de género. Sin embargo esta percepción es errónea y hay que seguir sensibilizando y concienciando para que las nuevas generaciones la visibilicen y la detecten.

Cabe destacar que los usos que hombres y mujeres hacen de las TIC son distintos. Por lo general, las mujeres usan las redes para comunicarse, mientras que los hombres lo hacen con fines profesionales o de ocio. En esa línea Lucía Aragüez, de la Universidad de Málaga, ha investigado los algoritmos digitales que se utilizan para ofertar empleo y ha comprobado que penalizan y discriminan a las mujeres. Esto es así porque el sesgo de género de los big data desestima el currículum redactado en femenino (abogada, médica, ingeniera, …) y busca preferentemente un perfil masculino para el que está programado. Por otra parte, en cuanto al tiempo de descanso, los varones disponen de mayor franja de ocio dado que en el ámbito doméstico la corresponsabilidad es aún una asignatura pendiente. En otras palabras, la brecha de ocio, la brecha laboral y la brecha digital de género se entrelazan entre sí. Pero el quid de la cuestión no está tanto en el uso de las TIC sino en la programación y en la gobernanza de las redes que está en manos de los varones. De ahí que la tecnología no sea neutra y esté atravesada por una mirada patriarcal donde sobresale una masculinidad tóxica que normaliza la violencia contra las mujeres. No por casualidad en las redes sociales las víctimas son más habitualmente mujeres que hombres.

Cambiar esta situación pasa por empoderar a las mujeres en el ámbito de la programación, de la ciberseguridad y del networking. Un giro epistemológico de este calado requiere que las mujeres estén en la gobernanza de la «sociedad cibernética». Un auténtico cambio de paradigma pasa necesariamente por dejar de ser meras consumidoras para convertirse en programadoras y creadoras. Esta transformación digital precisa de políticas educativas que incluyan estas motivaciones entre las estudiantes. Un esfuerzo tal supone recuperar las contribuciones que las mujeres han hecho con sus inventos. Baste citar a Ada Lovelace, matemática que inventó el lenguaje informático; o a Hedy Lamarr, ingeniera de telecomunicaciones, que inventó el Spread Spectrum precursor del wifi actual; o a Ruzena Bajcay especialista en inteligencia artificial y robótica; o a Radia Perlman, experta en seguridad, creadora de software e ingeniera de redes. Los referentes femeninos han de tomar presencia en los textos escolares no solo para darles el reconocimiento debido en la historia de la humanidad sino también porque son un ejemplo a seguir con el que salir del síndrome del impostor que tan extendido está entre las mujeres en el campo de la ingeniería informática. Las jóvenes nativas digitales tendrían que saber que no solo por estar en la red y ser usuarias, hay igualdad. Tomar las redes es algo más. Hay que recordarlo y no olvidarlo.