Decir que el medioambiente está cambiando es afirmar lo obvio. El medioambiente siempre estuvo en constante transformación, y la vida en la Tierra siempre se ha visto afectada por estas transformaciones. ¿Por qué, entonces, este asunto se ha convertido en un tema de especial interés en las últimas décadas?

A lo largo de la historia de la Tierra, los cambios medioambientales reflejaron una interacción entre fuerzas atmosféricas y geológicas, con intervenciones poco frecuentes de otros agentes. En los últimos siglos, sin embargo, el modo a partir del cual la humanidad se relaciona con los recursos naturales incide de modo especial sobre el entorno. En particular, después de la segunda mitad del siglo XVIII, con la Revolución Industrial, estas transformaciones empezaron a poner en peligro el equilibrio global del ecosistema y su biodiversidad.

La evidencia más visible de esta transformación se aprecia en el cambio en el uso de la tierra: los ecosistemas naturales se sustituyen por ecosistemas controlados; paisajes naturales, por paisajes urbanos; las necesidades y demandas locales, por necesidades y demandas globales. Estos cambios impulsan una intensa explotación de la naturaleza para la producción de energía, alimentos y bienes de consumo, unida a las ascendientes necesidades del crecimiento poblacional y económico.

Sin embargo, en un mundo donde gran parte de los recursos naturales son finitos y los sumideros ambientales tienen una capacidad restringida de absorción, cuando se pone en riesgo la salubridad de recursos indispensables a la vida - como el agua, el suelo y el aire- lo que se espera, tarde o temprano, es un posible colapso. Por ello, no se puede seguir sobrecargando el planeta sin antes considerar sus límites. Es necesario hacer una pausa para reflexionar acerca de hacia dónde se dirige la humanidad y el impacto de sus acciones sobre el medioambiente.

En el ámbito internacional, fue durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo, en 1972, cuando por primera vez se reunieron representantes de diferentes países del mundo para debatir el tema. En esta Conferencia se instituyó el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el 5 de junio. Esta fecha tiene como objetivo principal concienciar y sensibilizar a todas las esferas de la población acerca del impacto del desarrollo humano sobre el medioambiente, y de la importancia de preservar y restaurar sus recursos. A partir de ahí, se establecieron principios para guiar la política medioambiental en todo el planeta.

Tanto es así que, después de la Conferencia de Estocolmo, se observaron cambios importantes en los gobiernos nacionales, con la formación de los primeros partidos políticos verdes, de algunos Ministerios de Medio Ambiente y el desarrollo de una importante cantidad de legislación ambiental local. La siguieron importantes reuniones internacionales, como la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, de 1992, y las Convenciones Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebran cada año desde 1995.

Estas últimas condujeron a interesantes mecanismos jurídicos internacionales, como el Protocolo de Kioto, de 1997, además de su más reciente sucesor, el Acuerdo de París, firmado por 196 Pares en 2015. A partir de estos instrumentos, se inició una nueva etapa para enfrentar el desafío natural más importante de la humanidad, que es la emergencia climática.

Por la importancia de la sensibilización y concientización para entender la dimensión del impacto de las acciones humanas sobre el planeta, el Día Mundial del Medio Ambiente es una fecha muy significativa. Sin duda, es mucho lo que en los últimos años se ha hecho, pero es mucho más lo que aún queda por hacer. No basta con sembrar un árbol o separar la basura ese día, es necesario realizar campañas de impacto que evidencien la necesidad de cambios profundos e inmediatos en el patrón de desarrollo y consumo actuales.

En este sentido, cada ciudadano, en cada rincón del mundo, debe asumir una posición de responsabilidad medioambiental, porque solamente a partir de ahí se podrá construir una perspectiva positiva de futuro. Fundación por la Justicia, como portavoz de la sociedad civil, reafirma su compromiso ético de concienciar a la población y reclamar una postura de los representantes políticos en la adopción de medidas efectivas para la protección del medioambiente.