El 25 de mayo de 2022 se ha convertido, ya por derecho propio, en un día señalado dentro del calendario de la historia reciente de la citricultura española y europea, pues fue en esa jornada cuando el Comité Permanente de Plantas, Animales, Alimentos y Piensos (ScoPAFF) aprobó, durante una sesión extraordinaria, la aplicación del un tratamiento de frío a las naranjas procedentes de Sudáfrica y otros países de su entorno con destino a los mercados de la Unión Europea (UE) para prevenir de este modo el riesgo de entrada de la plaga de la falsa polilla (’Thaumatotibia leucotreta’).

Una victoria colectiva

No es un hecho baladí, no lo es en absoluto. Desde siempre, las autoridades comunitarias se habían mostrado muy reacias a adoptar disposiciones en ese sentido. Entre las inquietudes de los poderosos países del norte, con un peso específico y una capacidad de influencia fuera de toda duda en el tablero comunitario, no se cuentan precisamente los problemas vinculados a la sanidad vegetal de determinados cultivos que sufren, y de qué manera, sus vecinos del sur.

Tampoco es ningún secreto que, por los motivos que acabamos de esbozar, la agricultura mediterránea se ha visto tradicionalmente menos favorecida que las producciones agrarias más características del norte continental en el contexto de las grandes decisiones que han configurado el rumbo de la política agraria común. Por tanto, a la hora de valorar en su verdadera dimensión el logro alcanzado por la citricultura conviene situarse en el contexto y en la perspectiva adecuada y lo que se ha conseguido es, ni más ni menos, que el establecimiento, por primera vez en la historia, de un mecanismo de control sobre la sanidad vegetal de las naranjas sudafricanas importadas por Europa, las cuales, como bien se sabe, se han convertido en los últimos años en un vehículo transmisor de plagas y enfermedades que suponen una amenaza potencial para nuestros cítricos, como es el caso de la falsa polilla, o que, por desgracia, ya se han transformado en todo un problema al que hay que hacer frente. Baste recordar al respecto, y para ilustrar la gravedad del asunto, que el ‘cotonet’ de Sudáfrica (‘Delottococcus aberie’), que tantos trastornos está causando en los cítricos valencianos, llegó precisamente de Sudáfrica a través de algún cargamento importado. Y lo peor es que no se trata de un caso aislado, ya que cada año desembarcan nuevas plagas en la agricultura europea procedentes de otras latitudes. El control sanitario de las importaciones constituye, por tanto, una cuestión prioritaria de cara a la defensa de los intereses del sector.

Precedente

En ese sentido, quizá lo más remarcable de la decisión adoptada por el ScoPAFF el pasado 25 de mayo radica en el precedente que supone, en la medida en que Bruselas parece haber entendido, al fin, que estamos hablando de un asunto muy grave que debe ser abordado y atajado con la seriedad que merece porque los problemas de sanidad vegetal en los cultivos acarrean pérdidas millonarias en términos de riqueza, producción y empleo que la UE ni puede ni, desde luego, debe permitirse.

Se ha abierto, por consiguiente, una puerta, un camino que debemos seguir recorriendo, porque lejos de caer en el triunfalismo somos conscientes de que lo conseguido, aun siendo mucho por las razones ya apuntadas, no basta, porque desde ya mismo vamos a trabajar para que también mandarinas y pomelos sean sometidos al mismo tratamiento de frío que las naranjas y para que, en definitiva, Bruselas establezca esta clase de mecanismos de protección para cualquier producto importado que, venga de donde venga, entrañe el riesgo cierto de introducir una nueva plaga en la agricultura europea. Así de simple y así de claro, porque estas son, sencillamente, las mismas exigencias de cara a preservar su sanidad vegetal que imponen países como Estados Unidos o China a nuestros cítricos cuando los exportamos a sus mercados.

Por otra parte, también parece oportuno detenerse en las razones que explicarían los motivos de esta conquista del sector en una plaza históricamente tan difícil para nuestros cítricos como Bruselas. No tengo la menor duda de que el logro obtenido obedece a la unidad de acción de un amplio colectivo que abarca, por supuesto, a las entidades que conforman el sector citrícola, pero también a las Administraciones central y autonómica, con especial mención a la firmeza e implicación personal mostradas tanto por el ministro de Agricultura, Luis Planas, como por el president de la Generalitat, Ximo Puig.

La alianza de estos intereses comunes y compartidos entre los gobiernos y los representantes de la citricultura comenzó a cristalizar hace algo menos de un año en el llamado Foro Citrícola, constituido para defender las reivindicaciones sectoriales en Bruselas. Con la eurodiputada valenciana Inmaculada Rodríguez Piñero ejerciendo de anfitriona y de contacto político, una delegación encabezada por Ximo Puig y la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, se desplazó, junto a los líderes de la citricultura valenciana, a Bruselas el pasado mes de noviembre para exponer a los mandatarios europeos la necesidad de implantar el tratamiento de frío a Sudáfrica y otros países. Se estaba poniendo la primera piedra de cara a la consecución de este avance sustancial. Las negociaciones no cesaron desde entonces, pero la empresa no ha resultado nada fácil por las intensas presiones ejercidas por el influyente lobby sudafricano y su aliado tradicional, Países Bajos. Han sido muchas las resistencias a vencer y una buena prueba de ello fue que en el último momento la propuesta para poner en marcha esta fórmula de control desapareció del orden día de la reunión del ScoPAFF del 20 de mayo donde debía someterse a votación, lo que desató el clamor unánime e indignado del sector, al que se unieron las críticas de los representantes del Consell.

Esfuerzo

A la vista de lo sucedido se redoblaron los esfuerzos y durante un fin de semana frenético las gestiones del ‘president’ Puig con Planas y con los embajadores de los países más reticentes -Alemania y Países Bajos- acreditaron el compromiso del Gobierno valenciano con la justa reivindicación de los citricultores. El propio ministro de Agricultura se reunió en Bruselas a principios de la semana pasada con la comisaria de Sanidad y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, y planteó el asunto durante la reunión que mantuvo con sus colegas comunitarios. La contundencia exhibida, junto a los incontestables argumentos científicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), en los que se señalaba la necesidad de imponer el tratamiento de frío como medida protectora, dieron finalmente como resultado el ya conocido y favorable desenlace para los intereses de la citricultura.

El sector ha sabido valorarlo en su justa medida y sólo el PP y la derecha más furibunda -que ya se frotaba las manos y empezaba a afilar los cuchillos con alguna declaración extemporánea a raíz del revés sufrido durante el ScoPAFF del 20 de mayo- han mostrado una despectiva indiferencia ante un éxito colectivo de toda la sociedad. Pero no es de extrañar. A esta derecha montaraz no le interesan lo más mínimo ni los cítricos ni el agua tal como lo demuestran fehacientemente sus magros resultados en estas materias cuando estuvo al frente de la Generalitat durante tantos y tan aciagos años. La agricultura y las cuestiones hídricas sólo les interesan como instrumentos de agitación al servicio del único objetivo que les guía: la sed de poder.

Mientras tanto, los cítricos valencianos se han visto favorecidos también por la llegada de casi 25 millones de euros, en concepto de ayudas directas, otorgados por el Ministerio de Agricultura para aliviar las distorsiones generadas en el mercado por la guerra de Ucrania. Claro que no vivimos en un mundo perfecto, pero al menos trabajamos con convicción para mejorarlo por mucho que les pese a algunos. El diálogo, el consenso y la unidad de acción han dado sus frutos y esa es, sin duda, la ruta que debemos seguir transitando.