Se trata de dos de las palabras que más habitualmente salpimentan discursos políticos o sociales (en el caso de diversidad) y comentarios en programas de entretenimiento o en conversación callejera (brutal).

El término diversidad, que en la práctica significa, según recoge en las dos acepciones que le reconoce la Real Academia Español (RAE), variedad, asemejanza, diferencia y gran abundancia de cosas distintas, suele ir acompañado de toda clase de calificativos: cultural, racial, social... También da pie a certámenes que lucen ese vocablo: festival de la diversidad, feria de la diversidad... y en ocasiones hasta despunta con prefijos distintos como bio, eco...

Llega al extremo de endulzar expresiones, ya que, por ejemplo, se ha pasado de emplear sin complejos ni ánimo despectivo el término discapacidad a suplirlo por el más adaptado al lenguaje políticamente correcto de diversidad funcional.

Apelar a la diversidad constituye una suerte de argumento infalible, de valor irrechazable y que resulta imposible de refutar. Abriga a cualquiera y aprovecha para todo tipo de discursos. Supone un término inclusivo (otro vocablo recurrente en el repertorio de atributos de amplia aceptación social expandidos desde el ámbito político) y con garantía (de los pocos) de no herir sentimientos ajenos, por muy a flor de piel que se encuentren.

Diverso sirve casi para da igual qué situación. Al fin y al cabo, define todo aquello que carece de homogeneidad; en la práctica, cualquier colectivo o lugar. Se ha convertido en una palabra comodín, de las de uso y abuso recurrente. Se trata, simplemente, de un remedo de la ancestral expresión «en la variedad está el gusto» aunque más reducido, flexible y acoplable. El peligro del exceso consiste en que termina cansando y se devalúa. Nada justifica todo.

Si el repetitivo empleo de «diversidad»me aburre, el abuso del vocablo»brutal»me saca de mis casillas. ¿Puede resultar más antagónica su utilización respecto a su significado real? Sí, porque brutal implica, según las diversas (volvemos a derivados de diversidad) acepciones de la RAE: violencia, algo propio de animales, irracional y, en el mejor de los casos, grande.

Queda muy lejos de ese uso constante, tan reiterado en presentadores y participantes de concursos televisivos (de ahí se contagia a la sociedad de manera más acelerada que un virus) que podría equipararse a impactante, estupendo, impresionante y otros tantos adjetivos que el castellano nos proporciona para ampliar nuestro vocabulario.

¿Por qué recurrir a un término, brutal, con connotaciones negativas para explicar estados de ánimo más que positivos? Brutal equivale a devastador. Si queremos describir algo que nos ha impactado de manera muy positiva disponemos de un término precioso: sensacional.