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Un Jaume I paritario galardona a tres científicas

La noticia de que tres científicas han sido galardonadas en los Premios Rey Jaume I y dos científicas españolas han entrado (las primeras) en la Real Sociedad Británica de la Ciencia (The Royal Society) en los mismos días, nos puede llevar a pensar que, finalmente, el talento y el trabajo de las mujeres que se dedican a la ciencia es reconocido. En cierta forma, sí lo es y mucho nos alegramos. Pero sólo en cierta forma. Veamos. Desde hace décadas, en nuestro país, las mujeres finalizan sus carreras universitarias en mayor proporción que los hombres y unos y otras obtienen un número similar de doctorados. Pero aún les está costando mucho alcanzar puestos elevados en las universidades y centros de investigación, aunque en este aspecto vamos progresando. Hace unos días, en este mismo periódico, los Nobel (todos hombres, por cierto) que forman parte del jurado de los Premios Rey Jaume I, reivindicaban un mayor apoyo a las mujeres por parte de las autoridades académicas, en particular en las fases de la vida en las que compatibilizar la investigación con el cuidado de criaturas es muy difícil. Celebramos esa preocupación y que hablaran abiertamente de ella. Indudablemente, las instituciones científicas (y las demás también) deberían hacer todos los esfuerzos posibles para retener y favorecer el trabajo de las personas con talento y dispuestas a investigar. Pero…, hay unos cuantos peros que poner a esta situación de menor presencia femenina en los escalones más altos del sistema científico. En este sentido, si bien las científicas necesitan el apoyo específico de sus instituciones para conciliar la vida y el trabajo, las criaturas, por lo general, tienen un padre y una madre. ¿Por qué sólo apelamos a las instituciones y no a cada padre en particular? Los datos indican que las que toman permisos laborales después de las licencias por maternidad, son las madres, no los padres. Otros datos nos indicaron que en los primeros seis meses de la pandemia por Covid, cuando casi todo el planeta estaba confinado, el número de científicos que enviaron sus artículos a revistas aumentó en relación con el mismo semestre del año anterior, pero el de las científicas bajó. Para explicar esta descompensación podríamos preguntarnos: ¿Quién cuida a las personas dependientes en los hogares de las y los científicos? Hay otro «pero» de mayor calado. La igualdad de género en la ciencia tiene como mínimo dos pilares. Uno, al que nos estamos refiriendo aquí: reconocimiento de la valía y apoyo en la conciliación vida personal-empleo. Y otro, la inclusión de las mujeres y de los animales y plantas de sexo femenino, en la investigación. Resulta difícil de creer que en pleno siglo XXI la Comisión Europea haya tenido que imponer como requisito obligatorio a cumplir por todos los proyectos de investigación que deseen ser financiados, la inclusión de muestras representativas por sexo y/o género en cada proyecto de investigación. Lo exige porque es mejor ciencia la que estudia todas los aspectos de un fenómeno (no solo su parte masculina: no tendría sentido, por ejemplo, que las vacunas se probaran sólo en mujeres, o solo en hombres); y porque la práctica científica es cada vez más consciente de que el desprecio, la ignorancia, y el olvido de lo femenino en el meollo de la investigación refleja -pero también reproduce- la falta de consideración de lo femenino en la vida social. Debido a ello, felicitamos a la organización de los Premios Rey Jaume I por ese reconocimiento, este año, a tres científicas. Aunque a una de ellas le hayan dado el premio -todavía- al Emprendedor (sic).

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