Durante el Debate sobre el Estado de la Nación, Mertxe Aizpurua, diputada de EH Bildu hizo una declaración en forma de mensaje dirigido a las víctimas de ETA en el que dijo sentir «de corazón, enormemente su sufrimiento», y que «desgraciadamente, el pasado no tiene remedio [y] sabemos que nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado, pero estamos convencidos de que es posible al menos aliviarlo desde el respeto, la consideración y la memoria de todas las víctimas». Sin embargo, llama la atención que la portavoz de EH Bildu en ningún momento hiciera algo tan sencillo —aparentemente—  y que tanto bien haría a la democracia (más adelante veremos porqué) como pedir perdón. 

 

Aizpurua estuvo clónicamente en la línea de Arnaldo Otegui cuando, el 17 de octubre de 2021, durante la denominada Declaración de Aiete celebrada cuando se cumplían los diez años de adiós a las armas por parte de ETA, se limitó a lamentar el dolor que «nunca debió haberse producido […], trasladar nuestro pesar [a las víctimas], sentir su dolor sincero, [y] decirles de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades» Tampoco en el discurso de Otegui se escuchó la palabra perdón por más que muchos diarios de tirada nacional publicaran artículos con titulares tan explícitos como inexactos del estilo: “EH Bildu pide perdón a las víctimas de ETA”.

 

¿Por qué EH Bildu no hace una declaración clara y concisa en la que pida perdón a todas las víctimas del terrorismo por la cruel arbitrariedad de haber sembrado el terror durante 50 años? ¿Por qué de una vez por todas no acaban con la provocación de rendir homenajes a los etarras que salen de la cárcel?  Si bien es cierto que las declaraciones de Otegui de hace nueve meses, y las más recientes de Mertxe Aizpurua, suponen un paso adelante en lo que atañe al respeto debido a las víctimas y la empatía con su dolor, nada aportan en lo que concierne al arrepentimiento, el reconocimiento de culpa y en suma la petición de perdón. 

 

Que nadie se lleve a engaño, pues para nada estoy en sintonía con los partidos conservadores que carecen en su ADN de un ápice de la capacidad de retractarse que ayer exhibió Mertxe Aizpurua en el Congreso de los Diputados al decir que sentía el dolor de las víctimas del terrorismo. De ningún modo me imagino a políticos como Feijoo o Abascal dando un paso al frente por la democracia y condenar los asesinatos perpetrados durante los años de sangrienta represión que siguieron a la Guerra Civil española en lugar de recurrir a esa perversa estrategia de utilizar en su beneficio a los muertos por el terrorismo de ETA como escudo ante cualquier crítica a su praxis política, tan proclive a favorecer a las clases privilegiadas y engañar con argucias populistas a las mas desfavorecidas. Tampoco me imagino a las derechas levantándose por las víctimas del franquismo, o protestando porque  aun haya torturadores —vivos o muertos— condecorados con honor. 

 

Cuando al principio del artículo escribía que la petición de perdón por parte de EH Bildu podría beneficiar a la democracia, lo he hecho con la intención de que si el perdón se pidiera, dejaría en parte sin argumentos a la derecha en el beneficio que obtiene al mantener viva a la banda terrorista, pues es un hecho que PP y VOX sin ETA perderían un importante puntal de su retorcido discurso.

 

¿Qué hacer entonces?

 

La solución no está en manos de nadie, al menos no más allá de la utopía de una concordia que un sector radical de la derecha (incluida la que se autoproclama como demócrata de toda la vida) nunca querrá que se lleve a cabo si es a cambio de perder un estatus y unos privilegios que conservan como un atavismo que consolidó la dictadura y se ha mantenido hasta hoy como peaje de facto, con la anuencia de la izquierda que no quiere despertar a la fiera totalitaria que no ha desaparecido sino sólo duerme.  

 

Una  solución para acabar con el problema del perdón que aún no han pedido los que la derecha llaman herederos de ETA —y permítanme la utopía—,  podría ser que no fuera EH Bildu quien pidiera ese perdón sino los etarras condenados a los que sus años de cárcel, como sucede en un estado de Derecho, les haya restituido el mal cometido al cumplir su pena. Por ejemplo, se me ocurre que podría celebrarse un congreso, asamblea, mitin o como quieran llamarle, al que asistieran etarras que hayan sido condenados, actualmente estén en libertad, y que  estuvieran dispuestos a pedir el perdón que tanto ansía la derecha mientras  Otegui, Aizpurua y todos los que quisieran sumarse a esta fantasiosa quimera les aplaudían.

Lo reconozco, esta idea es más propia del happy end de un film de la factoría Dysney que no del mundo real, y espero que me perdonen por ello (como verán, es fácil pedir perdón). Pero, qué le voy a hacer si me apetecía concluir con un final feliz para un artículo que nunca quisiera haber escrito, aunque fuera sólo porque ETA jamás hubiera existido.