La economía circular ofrece un nuevo modelo de desarrollo económico, más sostenible para el planeta, consistente en un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido y alargar su ciclo de vida.

Hasta ahora hemos basado nuestro desarrollo en un modelo lineal, que consiste en producir, comprar, usar y tirar, y que ha provocado un fuerte impacto ambiental en nuestro planeta, y, a partir de ahora, debemos basarlo en un modelo circular, que incluya la gestión de los residuos y el uso de estos como materias primas en los procesos de producción.

El enfoque circular presenta múltiples beneficios en términos medioambientales (reducción de emisiones, minimización del consumo de recursos naturales, reducción de la generación de residuos, etc.), económicos (fomento de nuevas ideas de negocio y de nuevos modelos de producción) y sociales (generación de empleo, protección de la salud, etc.). Además, los principios de la economía circular y los objetivos de desarrollo sostenible comparten un objetivo común: prosperidad social y económica dentro de la capacidad natural del planeta. Luego, la economía circular también puede pensarse como un enfoque para alcanzar las metas propuestas por la Agenda 2030.

En concreto, la salud y el desarrollo sostenible están estrechamente relacionados, de manera que garantizar una vida sana y promover el bienestar de todas las personas nos permitirá construir sociedades más prósperas. Se constata además el impacto negativo de la contaminación y el cambio climático en la salud, por lo que los beneficios que presenta la economía circular están directamente vinculados con la protección de la salud humana, que a su vez tiene un impacto diferenciado en función del género. Específicamente, muchos de los contaminantes ambientales actúan alterando la función endocrina y pueden acumularse en el cuerpo, en especial en el de las mujeres, por su mayor contenido en células grasas. Estas afectaciones diferenciales en salud ponen de manifiesto aún más la necesidad de diseñar modelos circulares en los que se tenga en cuenta las diferencias en función del sexo y del género, ya que las mujeres son las más afectadas cuando no existe sostenibilidad.

A su vez, para comprender, acelerar y promover dicho modelo circular y su relación con la salud y el género, la educación, formación y sensibilización es fundamental. Sin embargo, el estudio de la economía circular aún no forma parte de la mayoría de los planes de estudio en el sistema universitario español. En los últimos años, han aparecido iniciativas de posgrado, pero la economía circular como materia no predomina en las guías docentes de las asignaturas regladas de los grados.

Por estos motivos, es de interés primordial poner en marcha proyectos como EDUSAS (Educación Universitaria para la Salud y la Sostenibilidad), que formará y sensibilizará a la comunidad universitaria en esta temática, contribuyendo así a un mayor conocimiento de la relación entre sostenibilidad ambiental, salud y género. Este proyecto se está llevando a cabo por cuatro investigadoras de la Universidad de Sevilla, entre las que me encuentro, estando implicados tanto el Departamento de Economía Aplicada III como el Departamento de Enfermería y siendo financiado por la Oficina de Cooperación al Desarrollo.

El proyecto EDUSAS espera formar y sensibilizar a los/as protagonistas del futuro con la conciencia de que, más allá del beneficio puramente económico, todas las decisiones que tomen tendrán un impacto real sobre la sociedad globalizada de la que forman parte. La sostenibilidad debe ser la hoja de ruta que marque el rumbo en la toma de sus decisiones futuras y a través de la formación y sensibilización universitaria se deben plantear modelos de desarrollo alternativos y en línea con los objetivos de desarrollo sostenible, que favorezcan el cumplimiento de la Agenda 2030, y que ayuden a desarrollar una serie de competencias que darán lugar a la creación de una comunidad mucho más abierta a la diversidad, al intercambio cultural y a la innovación, y mucho más comprometida y consciente de la realidad de la que forma parte.

Estamos convencidas de que las universidades deben servir como ejemplo y motivación para otras instituciones, como modelo de lo que debería hacerse en la sociedad. Los campus universitarios deben servir para la transformación social. Así mismo, el futuro no puede pensarse sin vinculación al desarrollo sostenible y a la salud, y por eso es fundamental que formemos a la comunidad universitaria al respecto y que lo hagamos integrando la perspectiva de género en el análisis, ya que no incorporarla y no aprovechar todo el potencial de las mujeres como agentes de cambio en las estrategias de economía circular puede reforzar la discriminación y la posición de desventaja a la que nos seguimos enfrentado las mujeres a lo largo de la historia.