La imposición del trabajo por ámbitos se ha terminado estrellando. El TSJ ha paralizado este despropósito. La decisión para el curso próximo corresponde exclusivamente al claustro. Sin embargo, las recientes instrucciones contravienen tramposamente esta potestad.

Hace un año (09-09-21) queríamos conocer en este periódico quién estaba imponiendo la ‘nueva’ pedagogía. Ahora sabemos que se ha propuesto destrozar abiertamente la enseñanza secundaria. ¿Se pueden entender los motivos de este empeño?

Hace dos cursos, en pleno confinamiento, obligó al profesorado a impartir materias que no son de su especialidad, lo que ha mantenido en el reciente decreto del currículum. En este atentado a la enseñanza rigurosa y bien fundamentada, se adujo que de esta forma se traban mejor las competencias básicas y que se facilita la transición de primaria a secundaria. Ambos motivos se inventaron, sin soporte empírico que los avale, con gran sorpresa del profesorado, que en treinta años no había detectado la existencia de ningún problema reseñable asociado a que cada profesor enseñe la materia de su especialidad. Además, su maravilloso método pedagógico lo revelaba como la forma de alcanzar (milagrosamente) el éxito completo: ‘trabajar por ámbitos permite atender y enriquecer todos los niveles, tanto el alumnado con más dificultades como el alumnado con un rendimiento alto’ (sic).

Iniciado el curso 2020/21, pronto se escucharon manifestaciones del profesorado afectado que señalaba la estafa y el engaño perpetrados a los alumnos y a sus familias. Por su parte, asociaciones de profesores enviaron escritos a la Conselleria d´Educació en los que se advertía, basándose en la investigación educativa, de los serios peligros formativos de esta agrupación disciplinar. También se formó la plataforma ‘No als àmbits’, constituida por más de 1200 profesores. Más del 90 % de los centros públicos rechazaron agrupar materias en segundo de ESO. Finalmente, todos los sindicatos y casi 4000 docentes solicitaron que la agrupación de materias en primero de ESO fuera voluntaria. Estas peticiones se desconsideraron completamente. Sin otra alternativa, ha tenido que ser el TSJ quien suspenda este disparate.

Inmediatamente, el periodista de cabecera se lanzó a defender todas las consignas y los eslóganes oficialmente urdidos. Como conclusión a su acrítico alegato produjo una afirmación que resulta antológica del periodismo sesgado, parcial y demagógico: los magistrados se habían confundido al ordenar la suspensión cautelar de la obligación del trabajo por ámbitos.

A las pretendidas bondades inicialmente manejadas de esta mejora imaginada, se ha añadido ahora que se ha desarrollado con éxito durante dos años, pero sin que exista una evaluación seria y rigurosa de este cambio tan drástico, desoyendo a la mayoría del profesorado que denuncia la devaluación producida en el aprendizaje del alumnado. Lamentablemente, la posverdad que emana de este argumentario ha inspirado incluso la fundamentación jurídica de las alegaciones presentadas, según han informado diferentes medios. Todas estas falacias han surgido del mismo despacho y se han difundido con la colaboración devota de fieles acólitos desde la posición de sus distintos cargos. Esta apología a ultranza ha creado situaciones esperpénticas como la realizada por un asesor lingüístico (que ocupa el puesto sin apenas experiencia docente, lo que no resulta una novedad en esta Conselleria), al afirmar que el trabajo por ámbitos ha actuado de forma preventiva sobre los problemas psicológicos del alumnado originados por la pandemia, particularmente el suicido. Además, el elogio dictado al invento de la codocencia (dos profesores en la misma aula, uno especialista, encargado de llevar la clase, y otro no especialista, condenado a un papel pasivo) es un brindis al despilfarro de los escasos recursos humanos y económicos. La supuesta mejora asociada al porcentaje de aprobados se consigue con una sola calificación común para las asignaturas que conforman el ámbito, lo que es un ardid que desvirtúa enormemente la realidad.

La perseverancia en la exigencia de la fusión de materias es un error de bulto descomunal, que va a terminar desmoronando el castillo de naipes construido en torno al deleite del ‘ordeno y mando’. Su abuso de poder ha impedido parar este fraude a tiempo. Hay quien ya lo vio claro abandonando oportunamente en el mes de mayo. La manipulación, las falsedades, las amenazas, el despotismo, así como el ninguneo manifestado hacia los sindicatos y la falta de respeto a los profesores críticos definen un comportamiento que sólo puede tener un final: la dimisión (improbable) o el cese (como única opción).